Una testigo, la número 30 del caso Kárate, ha dicho hoy ante la Audiencia de Las Palmas que llegó a entender el sexo como un acto cotidiano, como "desayunar", tras haber sido iniciada por el principal acusado, Fernando Torres Baena, cuando tenía a lo sumo 10 años, en su chalé de Vargas.

Su hermano, el testigo número 21, dos años menor que ella y también alumno del gimnasio de Torres Baena, ha declarado en la sesión de hoy que sobre esa edad, cuando tenía entre 10 y 11 años, al igual que la testigo 30, fue objeto de los primeros tocamientos por parte del principal acusado en su academia.

Ambos han explicado los distintos abusos de que fueron objeto, tanto en el chalé como en el gimnasio de Torres Baena, en esta sesión en la que también han declarado otros dos jóvenes, el testigo 27 y la número 28.

Los dos han relatado al tribunal los abusos sexuales de los que fueron objeto, siendo ya adolescentes, y el número 27 ha descrito como "Dios" a Torres Baena y lo ha situado, al igual que la 28, en la cúspide de las dos jerarquías que existían, una sexual en su chalé de Vargas, y otra administrativa en su gimnasio.

El testigo número 21 ha dicho que la primera vez que fue al chalé, Torres Baena le practicó una felación y tuvo sexo oral con la imputada María José González, con la que, siendo niño, estuvo en dos ocasiones.

Los dos hermanos, que en sus declaraciones han indicado que nunca comentaron nada entre ellos sobre sus experiencias hasta que salió a la luz el caso, han manifestado que lo que les sucedió entonces no lo percibieron como abusos, sino como algo "normal".

La joven ha asegurado que obedecía a todo lo que Torres Baena le decía, pues "tenía toda su confianza puesta en él" y no le discutía ni cuestionaba nada, ya que para ella llegó a ser como una figura paterna.

También ha manifestado que asumió el sexo como algo cotidiano y que fue así como consintió las dos penetraciones de las que fue objeto por parte del acusado Juan Luis Benítez.

La testigo número 30 ha narrado al tribunal que fue objeto de abusos por parte de los cuatro imputados, aunque en el caso de la monitora Ivonne González ha dicho que sólo fueron caricias, y ha afirmado que, desde que tenía entre 8 ó 9 años, el principal acusado le adoctrinó sobre cómo debía entender el sexo.

La primera vez que esta niña estuvo en el chalé de Vargas, el principal acusado le practicó sexo oral, en otra ocasión presenció un coito entre Torres Baena y su actual esposa, la acusada María José González, "para aprender cómo se hacía", y entre los 11 y los 12 años fue penetrada por vía vaginal por Baena, según ha relatado la testigo.

El número 27 ha precisado que perdió su virginidad con la imputada María José González el día después de Reyes, a la edad de 16 años, cuando visitó por primera vez el chalé de Vargas, lo que recuerda muy bien porque tras esa relación Torres Baena le dijo que "la cosa era así: todos con todos y él con todos".

El joven ha indicado que tras esa experiencia se asustó y le hicieron el vacío, porque era lo que ocurría siempre, y que tras recibir charlas y presiones se "atrevió" a mantener relaciones con un hijo de Torres Baena porque era de su edad, lo que le molestó bastante a su padre, porque a él le había rechazado.

El testigo 27 ha descrito a Torres Baena como un manipulador, que buscaba el punto débil de las personas como se hace para combatir en los tanteos en el tatami, que se aprovechaba del cariño que le tenían sus alumnos y de su posición de "maestro", así como de su "muy alto poder de convicción".

Este testigo ha dicho que a los 19 años se marchó del gimnasio porque "no aguantaba más los abusos sexuales y laborales" de los que fue objeto, pues en su caso no tenía dinero para pagar las clases de kárate ni sus estancias en Vargas, por lo que tenía que realizar múltiples trabajos en ambos sitios.

El testigo número 27 también ha comentado que las experiencias sexuales que tuvo tanto con Torres Baena como con las dos monitoras imputadas y con otras víctimas le convirtió en una persona fría que funcionaba como un "robot".

La número 28, que en la actualidad es novia de la testigo número 73 y trabaja con ésta en un club de kárate que crearon en 2010, ha declarado que su primera relación sexual con una mujer fue con la imputada Ivonne González, que fue quien la introdujo en el grupo de los "favoritos" y quien le explicó con "muñecos de peluche" la jerarquía sexual que existía.

Esta joven ha negado que el caso Kárate sea consecuencia de una conspiración contra el principal acusado, como éste sostiene, pues considera "imposible" que se hayan puesto de acuerdo las víctimas por su alto número y porque además son de distintas generaciones.