"El día que pierda la ilusión, lo tengo muy claro: no me vuelvo a subir a un escenario". Lo afirma con rotundidad Maribel Verdú (Madrid, 1970), actriz que debutó en la escena con apenas trece años a las órdenes de Vicente Aranda en "El crimen del capitán Sánchez". A lo largo de su amplia trayectoria artística ha combinado el cine, con más de sesenta películas, la televisión -lo demuestran éxitos como "Canguros" o "Siete vidas"- y el teatro. Premio Goya en 2007 por "Siete mesas de billar francés", este viernes estrena en el teatro Guimerá de Santa Cruz la obra "El tipo de la tumba de al lado", en la que comparte escenario con Antonio Molero ("Los Serrano").

¿Cómo es Laura, el personaje que interpreta?

Es una bibliotecaria que acaba de enviudar. Su matrimonio fue muy aburrido con un biólogo ocupado siempre de sus cosas. Laura conoce a alguien muy diferente, un granjero que es Pablo, el personaje de Antonio Molero. Este campesino, en apariencia torpe, pero con toda una filosofía de la vida, le ofrece cosas diferentes y sobre todo una ventana a lo desconocido. De entrada les unen la soledad y la pasión, pero después se dan cuenta poco a poco de que no hay más puntos de conexión.

¿Cómo ha sido la relación en esta gira con su único compañero de reparto?

Antonio y yo somos muy amigos desde que estuvimos un año y diez meses de gira con "Un Dios salvaje". De ahí surgió este proyecto con el que debutamos el pasado enero en Barcelona. Después de estar tres meses en cartel allí salimos de gira y seguiremos hasta abril del año que viene.

¿Cómo valora la dirección escénica de José María Pou?

El Pou actor es grande, pero "la bomba" como director. Acabo de llegar de Mérida y he tenido la suerte de compartir escenario con él. Solo con la mirada y su generosidad hacia el compañero te hace sentirte bien; de lo contrario estás perdida porque el teatro tiene un componente vocacional imprescindible que él potencia. Ha sido un auténtico lujo.

¿Cómo ha sido la experiencia en el Festival de Mérida?

Una maravilla. Recitamos textos griegos de hace miles de años pero que están hoy más de actualidad que nunca, por desgracia. Fueron cuatro días que quedarán siempre grabados en mí por el homenaje a un pueblo que tan mal lo está pasando. Buceamos en la conducta del alma por la que luchó Sócrates. Un amigo griego lo resumió en una sola frase: "El griego ha sido a lo largo de la historia un pueblo culto y pobre. Ahora, ni siquiera nos dejan ser pobres" .

Las funciones de Las Palmas coincidieron con la fase decisiva de la Eurocopa de fútbol ¿Mal enemigo para el teatro?

A la hora de la final había cuatrocientas personas en el teatro y esperábamos a veinte. Estuvimos tres días en el Cuyás y el último no llegamos a los novecientos de los dos primeros, pero era lógico. Hay gente a la que no le gusta el fútbol, pero la final de una Eurocopa es otra cosa. Cuando acabamos se fueron a ver la segunda parte... Y nosotros también.

¿Mantiene todavía la ilusión?

Desde luego, y que no falte nunca. Para ser actor es algo tan imprescindible como el alimento diario. Yo lo tengo muy claro: el día que pierda la ilusión no me vuelvo a subir a un escenario.

¿Le ha afectado la crisis?

Como a todos. La cultura y la educación son bienes básicos para un país y si se recorta ahí, apaga y vámonos. Me entristecen el paro y que tantos jóvenes tengan que irse del país por obligación y no por elección. En Mérida leímos la carta de despedida de Dimitri, el farmacéutico griego que se suicidó en la plaza Sintagma y apelaba a los jóvenes a ir a ese lugar de Atenas como fueron en el Milán del final de la II Guerra Mundial a ver el cadáver del dictador Mussolini. Es duro, pero muy auténtico.

Hace tiempo que no se le ve en televisión. ¿Cuál es el motivo?

Me da mucho miedo ahora la televisión porque puedes hipotecarte durante años. Me gustaría hacer una serie con principio y fin asegurados sin depender de la audiencia o la contraprogramación y eso es hoy en día muy difícil.

¿Algún proyecto a corto plazo?

No uno, sino tres, además de seguir con la gira. En septiembre se estrenará enmarcada en el Festival de San Sebastián, "Blancanieves", una película en blanco y negro de Pablo Berger en la que hago de madrastra. "Fin", de Jorge Torregrosa, llegará en noviembre y, a final de este año o a comienzos de 2013, "Fieles 140", la última de Gracia Querejeta. Trabajo no me falta, por fortuna.