Muchas veces hemos establecido en nuestros comentarios y editoriales, con sobrados argumentos a favor, que existen razones de mucho peso para que Canarias acceda a su independencia sin pérdida de tiempo porque ya es mucho el tiempo que hemos perdido. Más que de acceder habría que hablar de recuperar la independencia, que viene a ser lo mismo que recuperar la libertad, pues libres eran estas tierras y en libertad vivían sus habitantes -una población, como también hemos dicho en múltiples ocasiones, que poseía sus estructuras familiares y sociales- antes de que sufrieran una infame invasión a cargo de las tropas regulares de Castilla y de los mercenarios andaluces, así como de otras regiones peninsulares, que las acompañaban. De esta forma, sin proponérnoslo, hemos entrado de lleno en una de esas razones de ineludible consideración: la historia. Porque simplemente atendiendo a la sucesión de hechos ocurridos en Canarias ya en la edad moderna, es decir, a partir de la caída del Reino de Granada y el descubrimiento de América, y posteriormente la edad contemporánea, nos tropezamos con el absurdo de que a día de hoy, casi seis siglos después de que se produjese aquella violenta conquista -un holocausto sufrido por nuestros antepasados que sigue sin ser reparado- estas Islas permanezcan bajo el yugo español. Sin embargo, no es este el único disparate sobre el que España mantiene su dominación en Canarias.

El segundo absurdo, o sinsentido, nos viene de la mano de la geografía. Estamos a 1.400 kilómetros de las costas peninsulares y a 2.000 de Madrid, la capital española. Ahora, con las comunicaciones aéreas, se puede viajar desde Canarias a la Península y viceversa en horas, pero hasta no hace mucho tiempo se precisaban días de barcos para cubrir el trayecto entre cualquier puerto de las Islas y uno peninsular. La geografía nos distancia -y nos diferencia- de España hasta tal punto, que nos sitúa en otro continente. Nuestra cultura es europea y nuestra lengua es la de un país europeo, pero nuestro archipiélago, nuestra tierra, no está en Europa sino en África. Somos unas islas costeras africanas pésele a quien le pese. Una distancia geográfica que se traduce, como decimos, en diferenciaciones de carácter. Porque aunque somos europeos y queremos permanecer como europeos, nuestra idiosincrasia es distinta. Somos distintos a los peninsulares porque no somos españoles sino canarios. Cuando estamos en España basta con que nos oigan hablar para que nos diferencien. No somos mejores ni peores que los españoles; somos diferentes porque, insistimos, no somos españoles.

A estas razones históricas y geográficas para aspirar a la independencia podemos unir otras menos citadas en estos editoriales, aunque no por ello menos importantes. Razones de simple humanidad, porque no es lógico que en un mundo que aspira globalmente a la libertad, un país que no es el nuestro y que, lo reiteramos, está en un continente que nos resulta ajeno, nos mantenga sometidos para saquear nuestros recursos con impunidad y sin misericordia. El llanto de los niños canarios que pasan hambre no llega a oídos de los españoles porque los hijos de los españoles están bien alimentados con lo que rapiñan de nuestra tierra las oficinas de la Hacienda española.

No obstante, más allá de las consideraciones anteriores, la gran razón -o el gran conjunto de razones- para liberarnos cuanto antes de nuestra ignominiosa dependencia colonial provienen de la economía. Siempre hemos dicho que, de ser dueños y administradores de nuestros propios recursos, tanto los actuales como los potenciales, podríamos vivir como los habitantes de los países más ricos. Esta tesis nuestra está cabalmente refrendada con la contundencia de las cifras por Jorge Dorta, un patriota y reputado economista canario. Su artículo publicado el pasado miércoles en EL DÍA con el título "Las ventajas económicas de un proceso de descolonización frente a otras opciones" es de lectura obligada por parte de todos aquellos a los que todavía no se les ha caído la venda de los ojos; por parte de quienes siguen narcotizados con la vil mentira de que jamás podríamos subsistir como nación independiente. Tal afirmación es un disparate que no se sostiene, en primer lugar porque archipiélagos con menos superficie, menos población y menos recursos que nosotros son independientes. Por ejemplo, Cabo Verde. O incluso una nación europea, como Malta; una isla cuya extensión es similar a La Gomera y que con la quinta parte de los habitantes que tiene Canarias es un país soberano debidamente representado en los foros europeos y mundiales. Y así podríamos nombrar a otros muchos países, como hemos hecho en otras ocasiones. ¿Por qué la economía que juega a favor de ellos no ha de hacerlo también a favor de nosotros?

Afirma Jorge Dorta en el mencionado artículo que "la descolonización conlleva una serie de ventajas de carácter económico -como librarnos de la deuda pública española y autonómica, o el derecho a ser compensados económicamente por los 600 años de ocupación- y otras de carácter eminentemente jurídico y político. Entre estas últimas cabe destacar dos. La primera sería la elaboración de un censo. Solamente tendrían derecho a votar en un proceso de descolonización los nacidos en Canarias o los hijos de padres canarios, nadie más. Esto permitiría recuperar nuestra tierra y el derecho a decidir sobre nuestro futuro. La segunda característica es, a mi modo de entender, la más importante de todas. Todas las leyes desde el momento de la conquista hasta ahora serían ilegítimas, lo que permitiría medidas correctoras como expropiaciones o nacionalizaciones de aquellos que se han enriquecido ilegítimamente a costa del pueblo canario, poniendo las bases para el desarrollo de una sociedad mucho más justa y próspera".

No solo decimos que estamos de acuerdo con este planteamiento; también recordamos que esta viene siendo nuestra postura desde hace años. España no nos conviene, y ahora menos que nunca, como también aclara muy acertadamente Jorge Dorta al señalar que la primera ventaja de la descolonización sería librarnos de la deuda pública española, que asciende actualmente al 90% del PIB (y va en aumento), "con lo cual a los canarios nos correspondería asumir cerca de 40.000 millones", afirma este economista isleño. Añade Dorta que, "aparte de la deuda pública, España tiene otros compromisos financieros con la Unión Europea que ascienden a unos 643.000 millones. Mediante un proceso de descolonización nos libraríamos de toda esa deuda, incluida la deuda de la Comunidad Autónoma y la deuda bancaria, que se ha traspasado al Estado en forma de rescates. Dicho de otra forma, nos quedamos con nuestra casa (Canarias) y nos libraríamos de la hipoteca. Este concepto, por sí solo, representaría más de 50.000 euros por cada hombre, mujer y niño de esta tierra".

Por otra parte, considera este economista que también tendríamos el derecho a ser compensados por los 600 años de colonialismo. "Para dicho pago -escribe en su artículo- se toma como referencia la descolonización de Libia. El pago de esta compensación puede ser tanto en dinero como en equipamiento militar u otros bienes y servicios. Esta partida es la más difícil de cuantificar porque estaría muy sujeta a negociación. Si tomamos como referencia el caso libio, este país recibió de Italia 5.000 millones de euros como compensación por los 30 años de colonización. Si calculásemos proporcionalmente lo mismo para Canarias, sin tener en cuenta PIB, ni población, ni ningún otro factor, nos daría 100.000 millones de compensación".

Al final llegamos a la conclusión de que el principal argumento de los españoles para mantener la esclavitud colonial de Canarias es el que más juega a nuestro favor. Aun siendo importantes las razones históricas y geográficas para separarnos de España, lo son todavía más las de tipo económico. ¿A qué esperamos para salir a la calle, pacíficamente pero con firmeza, y exigir que nos devuelvan lo que nos robaron hace cerca de seiscientos años? ¿Cuándo va a devolvernos España nuestra libertad, nuestra identidad y nuestra dignidad?