LA CANCILLER Angela Merkel ha dado una nueva muestra de ser prisionera de su electorado en una trampa que ella misma ha tejido. Los "vagos y malgastadores del sur" no son bien vistos por la opinión pública alemana en una imagen a la que ha colaborado el Gobierno alemán y la prensa sensacionalista.

Las autoridades alemanas, a través de su vicepresidente y ministro de Economía, Philipp Rösler, han invitado al presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, a centrarse en la vigilancia de la inflación y a abstenerse de cualquier tentación de actuar como un banco central al uso inyectando dinero en el sistema para aliviar las tensiones financieras.

Alemania hace ya algún tiempo que no guarda las formas. La autonomía del Banco Central Europeo está más que en entredicho ante la formidable máquina económica alemana. La canciller Merkel no oferta disimulos, y cada vez que se abre una expectativa de flexibilizar el crédito desde las instituciones europeas, acciona el freno mirando a un electorado que cada vez actúa más de acuerdo a intereses nacionalistas alemanes.

La pinza que sufre Merkel está formada por la realidad de un euro amenazado en su supervivencia por la crisis española e italiana y por la vigilancia a la que le tiene marcada la opinión pública alemana. Las decisiones de las instituciones europeas amenazan con tomar sus decisiones más trascendentes tarde, mal y nunca. Ahora las presiones son además de la administración Obama, que observa la economía europea con preocupación. Existe conciencia en el Partido Demócrata de que una recesión generalizada en Europa podría ser letal para las ambiciones del presidente Obama.