COMENTÁBAMOS el sábado en esta sección las enormes ventajas que supondrá para Canarias disponer de su propia Hacienda, una instancia controlada desde aquí que recaudará todos los impuestos que tengan que pagar los canarios y sus empresas, para que se reinviertan en las Islas y, como hacen los vascos, a cambio se le pagará una cantidad acordada al Estado, el llamado cupo, por los servicios que preste este y que no pueda procurarse el Archipiélago, normalmente los derivados de las fuerzas de seguridad y del Ejército.

Esta propuesta, recordemos, parte de Fernando Clavijo, el nuevo hombre fuerte de Coalición Canaria en Tenerife, llamado a sustituir a Paulino Rivero y a José Miguel Barragán, que son quienes mandan ahora en el partido a escala regional después de un congreso en el que obtuvieron un respaldo muy justo como para sentirse tranquilos en sus puestos. Y, una vez en marcha esta iniciativa de la Hacienda propia, suponemos que Ana Oramas, compañera de Clavijo por tantos motivos, cumplirá el encargo de llevar la exigencia a Madrid y la defenderá desde su escaño en el Congreso de los Diputados. Si no fuera así, que la retiren de su puesto, que deje paso al siguiente de la lista y que se vuelva ella a Tenerife, o que se quede en su piso de allá.

En tanto llega el clarear que anuncia el amanecer de la libertad para Canarias, y que traerá el disfrute de todos los bienes que poseemos sin que nadie nos los arrebate, acabando con tanto sufrimiento como hay actualmente, Paulino Rivero, su esposa y los secuaces que mantienen a ambos en el poder deberían desaparecer de la escena política sin necesidad de esperar al vencimiento de los plazos que contemplan leyes injustas que también deberán cambiarse en el futuro. Es más, lo mejor para que en Canarias se opere mejor ese cambio que ya se adivina es que todos ellos se vayan físicamente de aquí.

Volviendo a Fernando Clavijo, hay que destacar en él otra faceta, además de la de abanderado del cambio dentro de su partido. El sábado informábamos de ello en este periódico: el Ayuntamiento de La Laguna, donde es alcalde, ya tiene acogidos a más de 500 niños en los llamados campamentos sociales, un eufemismo que ha encontrado la sensibilidad de Clavijo para no llamar por su nombre a lo que, en el fondo, es un comedor social para los pequeños. Sí, también es algo más: allí aprenden cosas, se divierten de manera sana y, sobre todo, es una forma de permitir que sus padres puedan ir al trabajo (el que lo tenga) sin preocuparse de dónde deja a su hijo. Pero el motivo principal del campamento es que los pequeños coman adecuadamente y, además, gratis en el 90% de los casos (493 de 555 niños). Y esto no es algo a lo que esté obligado el Ayuntamiento lagunero, pero considera que tiene la obligación moral de prestar esa ayuda a sus vecinos más necesitados, que son muchos.

Esta actitud es muy diferente a la que muestra su compañero de partido Paulino Rivero, que desde el Gobierno de Canarias está castigando a sus paisanos cada día, y va a dejar una herencia de hambre, paro y miseria difícil de igualar. En ello influye su ambición personal por el poder, aunque el puesto le venga grande, pero, sobre todo, su ceguera política, que le hace creer que siendo presidente de una "comunidad autónoma" va conseguir cambiar las cosas.

Rivero no quiere ver que está gobernando una colonia, que cuando va a Madrid trata con un Gobierno colonial y que la única solución es procurar la independencia de Canarias para salir de ese bucle interminable.

Mientras no se vaya de la presidencia del Gobierno o no vea esto así de claro no hay nada que hacer. A no ser, recordemos, que Clavijo dé un vuelco al partido en el que él y Rivero militan. Pero, para esto aún deberá pasar algún tiempo. No mucho, porque hay gente que trabaja para ello.