ES PATRIMONIO de los mayores -ya no se puede decir viejo; parece una palabra ofensiva- la añoranza. Los jóvenes llevan una vida tan activa que no tienen tiempo para recordar, lo cual no quiere decir que no queden en su memoria pinceladas de sus vivencias para que sean rescatadas en el futuro.

Como nacido en una isla marinera, es posible que mis recuerdos más entrañables estén relacionados con las playas, y entre ellas la de Las Teresitas -por cierto, para quien lo sepa, ¿de dónde le viene el nombre?-. Era entonces bastante laborioso llegar a ella, pero lo hacíamos los chicos de mi edad sabiendo que pasaríamos un buen día. Esperábamos, eso sí, a que la marea estuviese baja, porque entonces la playa era una amplia faja de arena coronada por un ribete de callaos, y con marea alta no se podía jugar. Debido al tiempo que se tardaba en el trayecto por la serpenteante y peligrosa carretera vieja, las estancias en la playa se prolongaban durante varias horas. Con un bocadillo y un "orange" resolvíamos el problema del almuerzo, de modo que disfrutábamos de la arena, si no por la mañana, sí por la tarde.

La arena de la playa es -no era- negra. La actual, los cincuenta centímetros que la cubren, proviene del Sahara, y tiene que ser con frecuencia "recolocada" para evitar que salga a la luz la antigua. Cuando la obra se acometió, Santa Cruz clamaba por una buena playa desde hacía muchos años, y, siendo sinceros, no cabe duda de que se logró el objetivo. El dique semisumergido corta con eficiencia la fuerza de las olas y el baño suele ser una delicia; excepto cuando hay medusas -¿por qué no aguavivas, como las llamábamos en aquella época?-, pero eso ocurre en todas las playas del mundo. Luego, tras la inauguración de la playa, hasta que se aprobara el proyecto que el ayuntamiento tenía para toda la zona, se decidió incorporarle poco a poco los servicios que precisa cualquier instalación de ese tipo, llegándose al estado actual, cuando la especulación intervino. El asunto ha llegado a convertirse en una auténtica ceremonia de la confusión, con la intervención de jueces y magistrados, abogados, empresarios, propietarios y "público en general". ¿Se aclarará todo en el futuro y se llegará a una solución que a todos contente? Sinceramente, lo dudo. Hay muchos intereses en juego, y todos -algunos, legítimamente- quieren su parte de la tarta.

Pero en una situación tan compleja como la descrita, ¿qué puede hacer el ayuntamiento? Pues... lo que está haciendo: aguantar el chaparrón que le está cayendo e intentar remendar lo que esté en su mano, teniendo en cuenta que el proceso judicial continúa y que en nada puede intervenir sin que haya un fallo.

Debido a lo dicho anteriormente, he de confesar que no visitaba la playa desde hace más de un año. ¿Para qué iba a hacerlo si, según las referencias, la playa daba pena verla? Me decían que la mayoría de las duchas no funcionaban, que los servicios higiénicos no tenían nada de esto, que las cerraduras de los vestuarios estaban rotas, que las papeleras no se sabe cuánto tiempo transcurría antes de recoger la basura, que la arena estaba sucia de colillas y desperdicios... No vale la pena seguir porque la lista sería interminable, porque estamos acostumbrados a quejarnos por lo que sea. Pero, por una vez -ojo, sin que sirva de precedente-, voy a tener que escribir a favor de la actuación del ayuntamiento capitalino en el entorno que comento. Porque hoy sábado -uno de los días que la playa recibe más visitas-, tras la operación de limpieza emprendida por la corporación municipal, decidí yo también ser uno de los visitantes, y la verdad es que la impresión, teniendo en cuenta las circunstancias, no ha podido ser mejor. En efecto, me apresuro a decirlo, la playa tiene todavía muchas carencias que la obra prevista, si hubiese llegado a realizarse, habría resuelto, pero creo que los encargados del mantenimiento han hecho una buena labor. Ya era hora...

He encontrado una playa con la arena limpia, puesto que unas colillas y unos papeles volanderos no reflejan la realidad cuando hay miles de personas en un lugar; no he visto papeleras con la basura por fuera; los servicios de los cuatro espacios que examiné se hallaban en perfectas condiciones; la vigilancia era manifiesta, con varios socorristas recorriendo la playa de punta a punta y avisando con sus silbatos a unos chicos que se acercaban peligrosamente al dique exterior; los chiringuitos... bueno, eso sí, son lo que son, pero al menos no detecté escapes de aguas sucias. En fin, que los servicios municipales han intentado -y, en mi opinión, logrado- dejar la playa en las mejores condiciones posibles teniendo en cuenta los medios de que disponen. Lo que haría falta -y en eso ya desconfío un poco- es insistir en el mantenimiento, por lo menos mientras dure el verano, para acallar esas voces críticas que, parece, esperan ansiosamente que todo vaya mal para criticar "a quien corresponda".