MUCHAS veces somos escasamente conscientes de los movimientos que se producen a nuestro alrededor. En el oeste de África, padeciendo una situación climática de aumento de temperaturas que arrasa los cultivos de supervivencia y aniquila el escaso ganado, incrementando lógicamente el hambre y la desesperación en toda la zona, se ha establecido por parte del Gobierno español, y en base a los secuestros -resueltos felizmente a costa de dinero- de cooperantes, una reserva obligatoria para acceder a los campamentos saharauis situados en el límite suroeste de Argelia.

Y la verdad es que la situación está que arde. El inestable escenario en uno de los países más extensos de la zona, Malí, con toda su mitad norte escindida por el colapso del Estado y la rebelión tuareg liderada por el Movimiento Nacional de Liberación del Azawad (MNLA), choca ahora brutalmente en ruptura y enfrentamiento con los movimientos islamistas de Ansar Dine y Al Qaeda en el Magreb islámico, que en principio habían apoyado la secesión.

Tras la finalización provisional de las hostilidades con el ejército de Malí, los elementos nacionalistas tuareg e islamista del levantamiento fueron incapaces de reconciliar sus respectivas visiones contradictorias sobre la pretendida nueva nación. El 27 de junio, los islamistas del Movimiento para la Unicidad y la Yihad en África Occidental mantuvieron un enfrentamiento armado con el MNLA en la batalla de Gao, hiriendo al secretario general del MNLA, Bilal Ag Acherif, y tomando control de la ciudad. Las refriegas y tensiones entre las diferentes facciones se recrudecieron. Para el 17 de julio de 2012, los rebeldes tuareg habían sido expulsados de algunas plazas por sus aliados originales. Así, el resultado inesperado del levantamiento tuareg y del colapso del Estado de Malí, tras el golpe de Estado, fue la creación de otro miniestado fundamentalista islámico en el norte del país. Ya son tres.

Los tuareg propugnan la democracia y el Estado laico, mientras que los yihaidistas presionan para imponer la sharia -ley islámica- en sus versiones más fundamentalistas; sus concepciones sobre cómo organizar cualquier cosa parten de ser radicalmente distintas y se repelen como los polos iguales de un imán. El conflicto está servido con la participación, de momento como convidado de arena, del Estado de Malí y el apoyo de Francia a todo lo que suponga detener la locura y un poco de estabilidad para sus negocios. Porque en esta guerra se dan todos los componentes de las películas de acción ambientadas en la colonización moderna de África o neocolonización, con helicópteros comandados por mercenarios ucranianos, intereses espurios de empresas multinacionales, acusaciones de narcoestado con el complot de altos funcionarios, saqueo de bancos y lapidaciones de personas que sin casarse viven juntas.

Hiere el brutal testimonio de una de ellas: a las primeras pedradas, la mujer se desvaneció; el hombre gritó una vez antes de callarse para siempre. Así describe un testigo la muerte por lapidación de una pareja con dos hijos -el más pequeño, de seis meses- cuyo único pecado fue vivir juntos sin casarse. Se trata del primer caso de condena a muerte a pedradas desde que grupos armados radicales -tuaregs e islamistas- tomaron el norte de Malí hace cinco meses. El suceso ocurrió en Aguelhok, ante una turba de doscientas personas cuidadosamente escogidas por los organizadores de la lapidación.

El suceso hace pensar sobre la irracionalidad humana: "Los islamistas llevaron hasta el centro de Aguelhok a la pareja no casada (...), los metieron en dos agujeros (excavados en la tierra) y los verdugos los lapidaron hasta la muerte", declaró a la agencia France Presse, uno de los testigos bajo la condición de anonimato. Otro informó de que la pareja deja dos hijos y que vivían todos juntos a las afueras de Aguelhok, "en la sabana".

Lapidados por el calor y la arena sobreviven los necesitados campamentos de refugiados saharauis, envueltos en tormentas de las que ni sus propios mandatarios ni Marruecos ni la ONU ni España ni Francia ni EEUU ni nadie parecen saber sacarlos dando salida a su enterramiento en vida y a un conflicto injusto que dura demasiados años. Ahora el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación ha puesto en marcha un proceso de cuentagotas vigilado de cooperantes debido a los "indicios" que alertan de un "severo incremento de la inseguridad", así como de nuevas y posibles acciones terroristas apoyadas por infiltrados contra ciudadanos extranjeros.

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