CADA día que pasa, Tenerife, en especial, y Canarias, en general, amanecen y las coge el crepúsculo vespertino en peores condiciones que en la jornada anterior en cuanto a habitabilidad, convivencia y bienestar de sus habitantes. Resumiendo: pasamos hambre por culpa de la parálisis de un Gobierno sin consistencia, compuesto por personas que no saben su oficio, por magos metidos a la política, por inconscientes que a duras penas se dan cuenta del daño que están haciendo al pueblo con su forma de dirigir la acción política y de gestionar los asuntos públicos. Y quien está al frente de ese equipo tiene que ser, por lógica, el más incompetente y el más inconsciente de todos ellos, puesto que tiene la última palabra en todo. Desde hace ya tiempo, a los canarios les resulta penoso este infierno que están pasando, pero lo soportan a base de sacrificios y de sufrir todas las necesidades habidas y por haber. Y este estado de cosas persistirá mientras sigan gobernando los que decíamos antes, queremos decir, Paulino Rivero y sus consejeros.

En cuanto al PP y al PSOE, partidos estatalistas, hay que decir que están al servicio de la metrópoli, a la que solo le interesa Canarias como al propietario de un jardín que le adorna la casa y le procura la fruta. En otras palabras, somos la propiedad que tiene un país europeo en otro continente, y como tal propiedad, la explota y le saca todo el jugo que puede, por supuesto, por la fuerza. Y todo este drama se desarrolla con pleno conocimiento de víctimas y verdugos; todos saben que los canarios no somos españoles, sino "negros blanquitos", como está de moda decir ahora, mientras que ellos son alabarderos con casco como los que trajo el Adelantado en el siglo XV.

Y así seguimos: gobernados despóticamente y sufriendo la carencia de aptitudes de Rivero y su equipo, que nunca serán capaces de sacarnos del pozo. Ese en el que han caído gran parte del mundo y algunos países europeos, y entre estos, España, que arrastra a Canarias con ella al peor de todos los escenarios económicos y sociales. Porque aquí, a las carencias de toda la vida, hay que sumar las nulas ganas de trabajar y de producir. Y el Archipiélago, uncido al yugo colonial, sufre más que nadie el castigo, que se traduce en cotas enormes de desempleo y en el recorte de todo tipo de servicios y prestaciones sociales. Así que sigue sumido en un caos desesperante cuando, si diera un paso temprano -un proceso de seis siglos lleva su tiempo revertirlo, aunque hoy los pasos son de gigantes, de un día para otro- y valiente, con acciones inteligentes, por ejemplo que la diputada Ana Oramas pidiese en el Congreso de Madrid una comisión o un grupo que abordase el proceso de descolonización, avanzaríamos mucho más. Y si ella no se atreviese, o no supiese llevar a cabo esa misión, que dejase vía libre a Fernando Clavijo, secretario general del partido de ambos, CC, en Tenerife, que él sabrá cómo crear las condiciones para que arranque el proceso de emancipación de estas islas respecto del Estado español. Que se nos vuelva a dar la libertad perdida hace seis siglos y verán cómo se acaban todos los problemas. Lo hemos dicho muchas veces y lo reiteramos para los incrédulos: tenemos recursos más que suficientes para que, administrándolos nosotros mismos, el bienestar llegue a espuertas.

Ahora, los canarios vivimos malamente por culpa del máximo responsable del Gobierno que se dice autonómico, Paulino Rivero, y de su esposa, la goda política Ángela Mena, con la inestimable colaboración y pertinente silencio cómplice de su camarilla, así como de los avaros rapiñadores de los dineros del pueblo, de los infelices habitantes de unas islas antaño conocidas como afortunadas. ¿Exageramos al decir esto? Puede que algo en las formas, un tanto irónicas, pero no en el fondo. La realidad palpable en nuestros pueblos y ciudades nos muestra que vivimos mal, cuando podríamos estar mucho mejor si no fuera por los pésimos y ruines gobernantes que padecemos.