MI AMIGA Hilarita vivió varios años en África, allá por Sidi Ifni o Villa Cisneros, no estoy muy seguro, cuando su padre era oficial del ejército de tierra. Como el hombre se ha jubilado, ella decidió, con el voto de su familia, venirse para Tenerife. Hilarita vive y trabaja en Santa Cruz, pero se pasa las vacaciones y todos los fines de semana en Garachico, de donde procede su familia materna. Mi amiga acaba de terminar su carrera de Periodismo en una universidad de Madrid, Cum laude incluido, y cuando viene por casa solemos enfrascarnos en discusiones lingüísticas. Discusiones incruentas, se entiende.

El otro día salió a la palestra -¡otra vez, Señor!- el verbo y armamos la marimorena porque yo me pongo frenético cuando oigo decir "Juana ha frito un huevo", en lugar de "ha freído un huevo". Y ella se pone frenética en el caso contrario. Yo creo que también en esto influye la lucha generacional. (Hilarita andará por los 30 o los 40, mientras yo me acerco inexorablemente a los 83. Lo que quiere decir que puedo ser su abuelo). En mi época florida se decía "Me gustan los huevos fritos" y también "Juanita ha freído un huevo". O sea, diferenciábamos el adjetivo del participio pasivo del verbo .

-Eso ocurría en el siglo pasado. Tienes que adaptarte a los nuevos tiempos -me dice-. Yo no puedo oír eso de "Lolita ha freído ya las caballas", sino "ha frito ya las caballas".

Me voy a mi habitación, saco de la estantería la décima edición del diccionario de don Manuel Seco y noto con desagrado que el académico, con un poco de miedo, con cierta inseguridad se decanta más por la juventud, mientras dispara contra la tercera edad, lo que no deja de ser una tremenda falta de respeto por parte del académico. Los mayores pintamos menos cada día. Somos una cosa así como el pito del sereno.

-¿Y sabes una cosa? -insiste-, lo mismo me ocurre con impreso e imprimido.

Yo me adelanto a su posible comentario y afirmo con seguridad y aplomo:

-Sé que impreso es un adjetivo, pero el participio pasivo del verbo imprimir es imprimido. Escucha: "Compré un libroimpreso", "Juan ha imprimido un libro precioso".

Hilarita me lleva la contraria y vuelve a ponerse incómoda cuando me oye el equivocado empleo que, según ella, he hecho de la voz imprimido. Vuelta al diccionario y se registra un nuevo empate, aunque ligeramente a favor de la juventud. Estoy de acuerdo en que impreso es un adjetivo, pero al llegar a imprimido mi amiga viaja en avión y yo en una camioneta usada.

Cuando Hilarita se fue a su casa, yo seguí con don Manuel Seco en las manos, en su décima edición y que aún no he devuelto a Pedro Méndez porque todos los días me encuentro diez o doce cosas nuevas. Fue una lástima que mi amiga no me diera su opinión sobre los vocablos élite, elite, chófer y chofer. Ya saben ustedes que se trata de palabras de origen francés y que los franceses son los campeones del mundo en utilizar palabras agudas. Por lo tanto debería decirse elite (parece que la e final es cosa nuestra) en lugar de élite y chofer en lugar de chófer. ¡Pero... que si quieres arroz, Catalina! ¿Por qué no lo escribimos así? Simplemente porque los académicos están a favor de Hilarita y no a favor mío. ¡Claro que ella es periodista y yo me he quedado en maestro de escuela. Don Manuel Seco me regala un verbo que yo no conocía: individuar. Digo que el presente de indicativo será: yo individuo, tú individuas, él individua... Pero no me conformo y vuelvo al diccionario. Y me dice don Manuel que, por el acento, se puede escribir y pronunciar como el verbo averiguar, que es como lo he hecho más arriba; pero también puede uno guiarse por el verbo actuar. Y entonces sí que me subo por las paredes. Porque la cosa sería así: "Yo individúo, tú individúas, él individúa..." porque todos sabemos que el verbo actuar tiene un presente de indicativo que dice: yo actúo, tú actúas, él actúa. Quede bien claro que esta es la opinión de don Manuel Seco, no la mía. No deja de ser este último verbo un encanto gramatical (y literario, por supuesto). No sé por qué se me hacen presentes los trajes de la modista Ágata Ruiz de la Prada y los cuadros de Antoni Tapies, a quien varios críticos de arte colocan a la altura de Leonardo, Miguel Ángel y Rafael, los más grandes pintores de todos los tiempos, según la opinión de este maestro de escuela que les habla.

Pero mi cabeza, después de todo esto, se me ha quedado vacía. Tendré que volver al neurólogo.