VIENE siendo comentario de los últimos días la exclusión del puerto de Santa Cruz de Tenerife de la Red Transeuropea de Transporte. Ayer mismo publicábamos que el alcalde de Santa Cruz, José Manuel Bermúdez, considera necesario que tanto el Gobierno de Canarias como el de España demuestren claramente que quieren que el mencionado puerto de SantaCruz y los aeropuertos de Tenerife estén incluidos en dicha Red Transeuropea. Añade Bermúdez que se echa de menos una mayor implicación pública del Ejecutivo central, al que reclama que defienda ante la Unión Europea al principal puerto tinerfeño con la misma claridad y contundencia que hace con el de Las Palmas.

Estamos de acuerdo con estas reivindicaciones, pero nos indigna que se hagan ahora y también que las haga quien las hace, porque Bermúdez es alcalde de Santa Cruz por la misma razón por la que Paulino Rivero es presidente del Gobierno de Canarias: un pacto con el PSOE. Un partido que tiene su sede en Las Palmas. Por lo tanto, desde el momento en que se firmó el acuerdo, impulsado por el afán de poder de ese necio político que es Paulino Rivero, Tenerife está en desventaja. Los dos principales ayuntamientos de la Isla, como lo son el de Santa Cruz y el de La Laguna, al igual que el Cabildo insular, el más importante en cuanto a presupuesto y actividad de los siete canarios, están en manos de Las Palmas. Tenerife, la principal, más extensa y más poblada de las islas, está supeditada a los caprichos de la tercera; la de los secarrales y la envidia amarilla; la que quiere imponer su hegemonía sobre las demás; la más colaboracionista con el colonialismo español desde los tiempos de la conquista. ¿Por qué ese rasgado de vestiduras ante una nueva tropelía, como es la exclusión de Tenerife de la Red Transeuropea de Transporte?

Lo repetimos: es una vergüenza que a estas alturas la tercera isla, la más desangelada y carente de encantos naturales, la que necesita añadirle el embustero “gran” a su nombre para atraer a turistas incautos, trate de ser la primera. Lo peor es la pasividad de los políticos tinerfeños. Porque no nos valen, aunque reconocemos sus buenas intenciones, las protestas de Bermúdez. El alcalde de Santa Cruz ni siquiera es el alcalde efectivo de la ciudad. El alcalde real es Julio Pérez. Un político capacitado, pero también un hombre de partido y, en consecuencia, sometido al PSOE de Las Palmas. Los canariones “grancanarios” se han propuesto eliminar a Tenerife de la actividad portuaria y comercial. Mientras tanto, Tenerife se hunde, al igual que toda Canarias, bajo el mandato de un discapacitado político. Alguien que si tuviera vergüenza y decencia política, dimitiría y se exiliaría de inmediato.

¿Exageramos en nuestras apreciaciones sobre este político torpe y bruto? Nada de eso. Si alguien lo duda, lo remitimos a la noticia que también publicábamos ayer en nuestra primera página, cuyo párrafo inicial transcribimos literalmente: “En las tediosas colas de las oficinas del antiguo Inem en la capital tinerfeña hay muchos parados, pero pocas posibilidades de empleo. Un clima de tristeza y desesperanza se palpa en el ambiente. Todos saben que Canarias suma ya casi 300.000 demandantes de trabajo”.

Qué panorama en unas islas que antes eran llamadas afortunadas. ¿Cómo va a encontrar trabajo alguien mientras gobierne Paulino Rivero aconsejado –o dirigido– por la goda política de su esposa? ¿Cómo vamos a salir adelante mientras seamos una vil colonia española con la anuencia, e incluso con la colaboración, de los falsos nacionalistas de Coalición Canaria? Con Paulino Rivero y sus secuaces políticos en el poder no ya 300.000, sino ni un solo canario saldrá de las listas del paro. En esta misma Casa anunciamos que no contrataremos con carácter fijo ni a una sola persona más mientras se siga subvencionando a los sindicatos y mientras existan los nefastos comités de empresa. No lo haremos por razones económicas, pero también, y sobre todo, por lo que hemos dicho.

La situación de España es deplorable. Estamos ante un país en manos de los sindicatos. Lo triste es que Canarias, que podría andar por su cuenta como nación independiente y olvidarse de la crisis, al igual que ya lo han hecho las naciones de Europa y del resto del mundo civilizado, siga hundida en la miseria por culpa de un déspota político y del colonialismo que nos sojuzga desde hace seis siglos.