Santa Cruz quiere ser ciudad turística, pero el Cabildo no le deja entrar en su convenio con los cuatro municipios con mayor arraigo en esta actividad de la Isla, bajo el argumento principal de su escaso número de camas turísticas en proporción a su población. El ayuntamiento y entidades como Ashotel resaltan los múltiples atractivos de la capital para llevar ese título (que en realidad no existe de forma oficial en Canarias) y hasta se ha aprobado una moción, a propuesta del PP, en pro de dicha inclusión. Sin embargo, un análisis detallado de la localidad arroja demasiadas preguntas sobre si, de verdad, está preparada o en condiciones de presumir de ese apellido por el mundo y ante los potenciales visitantes.

Lo principal, y a eso se agarra la Administración insular, es si la oferta alojativa es suficiente, adecuada y acertadamente variada. El vicepresidente de Ashotel, Gabriel Wolgeschaffen, lo tiene claro y sostiene que, de momento (con unas 10.000 camas sobre una población de 220.000), el municipio va sobrado en este aspecto. Eso sí, considera muy positivo que, en el futuro, hicieran falta más camas, ya que sería sinónimo de dinamización y crecimiento económico y, en concreto, del sector servicios.

El Cabildo, por el contrario, subraya que la ciudad se sitúa muy lejos de Arona, Adeje, Santiago del Teide y Puerto de la Cruz, que superan el 40% de camas en relación a los habitantes, así como de Guía de Isora, que probablemente, y por su clara y sostenida tendencia al alza, entre en un convenio que maneja unos 9 millones de euros.

Entre los valores, destaca la condición de capitalizad y de referente administrativo, la oferta cultural (el TEA, Auditorio, teatros...), los múltiples parques y zonas verdes (sin duda, se trata de una de las capitales de provincia españolas con más proporción de áreas ajardinadas y arbóreas en comparación con su superficie y población); también la riqueza etnográfica, botánica y faunística del Parque Rural de Anaga, del que posee 10.000 de sus 14.500 metros cuadrados. Sin olvidar, por supuesto, la tradición y atractivos comerciales, aunque ya sobre esto comenzarían las dudas o la convicción de que se necesitan mejoras y un reimpulso.

Los muchos peros

No obstante, hay otros muchos peros y basta con repasar las críticas, denuncias y lamentos de los últimos años presentes en las hemerotecas sobre múltiples cuestiones. Entre otras, y ahora está más en boga que nunca con la polémica con trasfondo pleitista de si entra o no en la Red Transeuropea de Transporte, sobresale la situación del puerto capitalino. Una infraestructura clave en la historia local, pero que, más allá del voluntarismo en declaraciones, lleva años languideciendo, perdiendo peso internacional, tráfico de buques, contenedores y aprovechamiento de sus recursos y, sobre todo, potencial. En esto coincide hasta Ashotel, que centra sus críticas en el estado de las marinas, pidiendo que se mejoren para hacerlas mucho más atractivas para los dueños de yates, barcos, veleros y demás.

Muy cerca del puerto, destaca la situación de parálisis, a la espera de cambios en su normativa, de espacios en los que se ha gastado tanto dinero público como el Palmétum, que, tras muchos años, sigue cerrado al público. Tampoco la polémica, con independencia de quién tiene la razón, sobre el parque marítimo ha contribuido a mejorar la imagen local. No obstante, lo peor radica en los puntos claves de un litoral muy rico que, sin embargo, presenta múltiples rincones emblemáticos igual de desaprovechados o en situaciones intolerables: ahí está la ansiada reforma de la playa de Valleseco, que parece un proyecto quimérico por los retrasos; el no menos anhelado e igual de pseudoimposible, aunque en este mandato se ha avanzado bastante, dique semisumergido de San Andrés; o, sobre todo, las múltiples carencias en Las Teresitas, a la espera del derribo del "mamotreto" y de la resolución judicial del caso.

La playa de Las Gaviotas, aún cerrada (aunque muchos se saltan el acceso), tampoco mejora este listado, y lo mismo ocurre con numerosas calas paradisíacas de Anaga, sin socorristas (salvo alguna excepción durante los fines de semana), ni controles sanitarios, ni servicios básicos ni una difusión turística que se precie a una ciudad que aspira a un título así.

Mención aparte merece la situación de las aguas negras, las propias o las que llegan de La Laguna y El Rosario y que no puede asumir por insuficiente la actual depuradora de Buenos Aires, lo que se traduce en unos 20.000 metros cúbicos diarios que se vierten en la zona de La Hondura, lo que tampoco es una imagen muy edificante y prestigiosa.

"Se traspasa o vende"

Aunque siempre existirá tradición comercial, lo cierto es que los propios comerciantes y Ashotel admiten que este subsector, otrora clave y muy atractivo de la ciudad, no vive sus mejores tiempos, con múltiples "se traspasa o vende" y ningún cartel de "se busca empleado". A esto hay que añadir una oferta de ocio que, salvadas algunas excepciones, como la nueva terraza de verano, ha vivido en torno a la polémica sobre si se potencia solo La Noria y sobre si es adecuada y suficiente, con clara tendencia a una respuesta negativa. Lo peor, sin duda, es que, pese a los últimos esfuerzos por dinamizar los fines de semana, a los turistas les resulta difícil encontrar actividades de ocio los sábados por la tarde, pero, sobre todo, los domingos matutinos, vespertinos y nocturnos.

Quizás demasiados peros para un apelativo con tanto peso nacional e internacional.