EL DÍA realizó ayer su "reentrée" política y las reflexiones que hacemos en este comentario son las primeras del nuevo curso. Unas ideas, lo adelantamos desde ahora, que expondremos con más detalle en nuestro editorial del próximo domingo. Comenzamos por la Red Transeuropea de Transportes; un asunto del que ya nos hemos ocupado con cierta amplitud en días pasados, pero cuya importancia nos obliga a volver sobre él. Mientras pertenezcamos a Europa debido a nuestro sometimiento -o nuestra sumisión- colonial a España, tenemos derecho a beneficiarnos de todo lo que Europa reparte a sus regiones ultraperiféricas. Es una vergüenza que nos consideren europeos de tercera o cuarta categoría, que eso es lo que significa el término ultraperiférico, pero mientras tengamos ese estatus es justo que recibamos en forma de ayudas una ínfima parte de lo mucho que tanto España como Europa se llevan de Canarias; de forma especial, y con mucha diferencia, esa rapiña corre por cuenta de las oficinas recaudatorias de la Hacienda española.

Ultraperiféricos, mestizos, negros, blancos, indígenas, lacayos colonizados de los españoles y despreciados en el mundo: eso es lo que somos. Así nos consideran en el extranjero, ya que en nuestros documentos de identidad no podemos poner que tenemos naturaleza canaria, sino que somos españoles. Algo que es tan falso como el nacionalismo de Coalición Canaria. Qué humillación nos supone a los patriotas canarios ser tenidos por seres inferiores debido al ignominioso encadenamiento colonial que padecemos desde hace casi seis siglos. Pero ya que estamos en Europa, estemos, insistimos, no solo con los inconvenientes sino también con las ventajas.

El puerto de Santa Cruz de Tenerife es el más importante de los que ha tenido Canarias y lo sigue siendo por su inmejorable emplazamiento. Un puerto que será aún más importante cuando esté concluido el complementario de Granadilla. Es importante el puerto de Tenerife y es importante la isla entera debido a su extensión -es la de mayor superficie, además de la más poblada- por sus atractivos y por su afluencia turística. Su configuración geográfica, así como la distribución de la población, hace que necesite dos aeropuertos y también dos puertos, todos ellos debidamente comunicados por trenes y tranvías en el área metropolitana. En cambio Canaria, que es la tercera isla en extensión y la segunda en población, no necesita ni un tranvía. Pese a ello, la osadía y la envidia de los políticos canariones, siempre prestos a copiar -o robar- lo que legítimamente poseen las otras islas, les ha llevado a pretender un tren de 57 exiguos kilómetros de recorrido, que ellos, siempre mundiales del mundo mundial, piensan que va a ser poco menos que el ferrocarril transiberiano. Qué disparate. Ese tren, si se comete el delito de construirlo, se caería al mar -por falta de espacio para rodar- en cuanto arrancase.

No hay ninguna razón para que Las Palmas reciba esa jugosa subvención de la Red de Transportes salvo la ineptitud de los falsos nacionalistas de CC, así como la ineficiencia y la traición política de Paulino Rivero, que ha preferido poner en manos de Las Palmas las principales instituciones tinerfeñas antes que dejar de ser presidente, aunque no fue él, sino José Manuel Soria, quien ganó las elecciones. Los grandes pecados de CC han sido la desatención a Tenerife y mantener en su seno a un necio político que ha acabado con el bienestar de unas islas que hasta no hace mucho eran tenidas por afortunadas. Las actuaciones políticas de Paulino Rivero son propias de un demente, siempre hablando en sentido político. También ha fallado CC al mantener al frente de la Autoridad Portuaria a una persona poco eficaz en una gestión que requiere tomar decisiones rápidas y acertadas, pues la competencia en el mundo de los negocios marítimos es muy fuerte.

El puerto de Santa Cruz y sus aledaños pueden convertirse en un gran bulevar. Pueden dar paso a instalaciones que compaginen la actividad portuaria con los comercios y el ocio; con tiendas, restaurantes y bares de diversa índole. No estamos inventando nada; esto se ha hecho, con gran éxito, en muchos puertos del mundo. En Tenerife se ha podido hacer hace muchos años y se puede hacer ahora en muy poco tiempo, de la misma forma que todavía estamos a tiempo de acometer las obras de la playa de las Teresitas. Un proyecto paralizado debido a intereses políticos del Partido Socialista obedeciendo órdenes de Las Palmas, cuyos dirigentes no quieren que Tenerife cuente con playas que barran con las peligrosas que tiene la tercera isla.

*** *** ***

Y, como desde antiguo, la soberanía, la independencia, la libertad, la dignidad, la libertad y grandeza, en fin, todo en uno y divino, será como siempre el norte que nos señala nuestro patriotismo natural, no el de una falsa patria que nos somete y esquilma, y nuestro inmenso amor a Tenerife y a Canarias. Parafraseando el lenguaje político del pasado, ¡Viva Canarias, una, grande y libre!