El cultivo de papas en el Norte de Tenerife sufre en la actualidad una de las peores crisis de su historia. La sequía y la por ahora imparable plaga de la polilla guatemalteca han terminado con la inmensa mayoría de la escasa cosecha del año y ponen en riesgo el futuro de algunas variedades antiguas o de color. Muchos agricultores, de los que buena parte han vuelto al campo empujados por el desempleo, han perdido toda su cosecha, incluso la papa de semilla. Es el drama agrícola, económico, ecológico y social de la papa. Una crisis local que se añade a la crisis global en las medianías de municipios como San Juan de la Rambla.

El Ayuntamiento ramblero, técnicos y agricultores del municipio se han unido en un grupo de acción en defensa de la papa que ayer presentó en la localidad norteña algunas medidas para tratar de concienciar a la sociedad de la gravedad de la situación. Raimundo Afonso, integrante de este colectivo y agricultor, destacó que "el problema es muy grave" y alertó de que "ya se han perdido variedades muy antiguas de papas de color". A su juicio, "la magnitud de esta crisis no se percibe en el resto de la Isla ni de Canarias".

El presidente de la Cooperativa Agrícola de las Medianías de San Juan de la Rambla, Alfonso Peraza, definió con números el problema: "Nuestra cooperativa ha llegado a recibir hace apenas siete años unos dos millones de kilos de papas. Este año apenas recibimos 500.000 kilos, de los que 300.000 tuvimos que tirarlos a la basura por estar afectados por la polilla". Los menos de 200.000 kilos de papas sanas que se han cosechado este año en San Juan de la Rambla ya se han agotado. Las cámaras refrigeradas de la cooperativa están completamente vacías.

La papa de color -las variedades más antiguas, muchas de ellas únicas, llegadas en su mayoría desde América hace siglos- ha sufrido de forma especial esta crisis. Peraza reconoce que "este año prácticamente no hay papas de color. Muchos agricultores que cultivaban variedades heredades de muchas generaciones anteriores han perdido toda la cosecha y no han podido salvar ni la semilla para plantar el próximo año".

Testimonios como el del agricultor Juan Suárez dan una idea de la afección social y económica de la plaga de la polilla: "Estaba parado y aposté por dedicarme a la agricultura, pero si esto sigue así tendré que dejarlo". El impacto ha sido tan grande que, según reconoció ayer Peraza, "mucha gente, muchos jóvenes que habían vuelto a plantar, han perdido de golpe la esperanza de vivir del campo".