DECÍA un señor, con apellido tan largo como difícil de pronunciar, un tal Hinkelammert, que "quien puede pagar sigue siendo un ser humano libre. Quien no puede hacerlo pierde todo lo que tiene y con eso su libertad". No hay que ser ardilla para encontrar, sin caminar mucho, más gente atrapada que nunca desde hace más de tres décadas.

Como todo en esta vida, hasta que las cosas no te llegan a ti no eres consciente de lo jodidas que son. Podemos ponernos en el lugar de muchas personas, pero cuando las vivimos la perspectiva cambia mucho.

Puedo intentar ponerme en la situación de aquellos a los que les echaron del trabajo teniendo una familia que mantener, pero no lo he vivido. En la de quienes compraron sobre plano y siguen pagando la hipoteca de una casa que nunca se llegó a construir, pero tampoco lo he vivido. O en la de aquella ingenua pareja que al crédito de su primera vivienda se le añadió -"por caridad e insistencia bancaria"- el de un coche último modelo que ya malvendieron el año pasado para retrasar un par de meses el embargo, pero no me ha ocurrido. Podría incluso imaginarme ese pequeño empresario que gastó todo el dinero de sus ahorros, y lo que los bancos quisieron darle, en aquel negocio que eligió el peor momento para alumbrarse. Y no, no es mi caso. Así que puedo hablarles desde la media distancia y apenas darles ánimo.

Mi perspectiva es la de un funcionario, docente -para más señas-, al que "solo" le han bajado el sueldo. No sé ya cuántas veces. Bueno, y los recursos. Y al que le han subido las ratios -clases de primero con veintiocho alumnos-, pero al que le regalan la comida a cambio de cuidar en el comedor. Un auténtico privilegio.

Todo esfuerzo requiere un reconocimiento y valoración del trabajo hecho. La mayor satisfacción del profesorado es su alumnado, pero ello no basta cuando se viven situaciones de inestabilidad laboral, reducción del salario, aumento de las exigencias y presión social.

Por eso, para hacer frente a la situación actual y no caer en el desánimo, es importante -más que nunca- velar por la creación de entornos de trabajo positivos, de confianza, comunicativos, de ayuda mutua y de soporte emocional y profesional, para que ante la situación de dificultad por la que atravesamos, cada uno de los profesores encuentre la ayuda que necesita.

Así, la implicación y compromiso real de la dirección, el claustro de profesores y toda la comunidad educativa es central para afrontar colectivamente la situación.

El apoyo manifiesto de madres y padres en esta situación constituye probablemente uno de los soportes más estimulantes. Apoyo que reclamo también de la Consejería.

Mañana llegan los niños. Y las madres. Y los padres -ahora más que nunca-. No deben percibir siquiera una pizca de desánimo. Al contrario. Nuestra labor es demasiado importante.

Mañana, a pesar de los pesares, se vuelve a abrir la máquina de los sueños. Y nada ni nadie nos va a parar. El dinero tampoco.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es