"Aunque sea lo último que haga en política, estas fotos no se publican". La expresión, más o menos precisa, se le atribuye al exdelegado del Gobierno en Canarias Eligio Hernández, durante los duros momentos posteriores al fallecimiento, en el incendio de La Gomera de 1984, de, entre otros, Francisco Afonso, gobernador civil de la provincia de Santa Cruz de Tenerife.

El destinatario de tan rotunda frase era Pablo Afonso, fotógrafo colaborador de este periódico, que se había desplazado, junto al redactor Francisco "Pancho" García -fallecido esta misma semana-, a la Isla Colombina para informar de la mayor tragedia humana que ha vivido La Gomera en los últimos años.

La pericia de Afonso le llevó a recalar en el lugar en el que se agolpaban los cadáveres en el hospital insular -fueron 20 en total-, mientras el resto de compañeros seguía la rueda de prensa que ofrecían las autoridades para dar datos del siniestro.

No sin dificultades, pues la gravedad del suceso movilizó y sensibilizó a mucha gente, el fotógrafo logró realizar varias instantáneas de la tragedia que causaron un gran revuelo y que no estuvieron exentas de polémica.

Y todo ello pese a que las fotografías fueron tomadas con permiso del juez de guardia de San Sebastián de La Gomera, Vicente Feltret Meneu. Sin embargo, y pese al permiso concedido, Afonso se vio obligado a huir del hospital y, lo que es aún más grave, fue retenido por la Guardia Civil por orden del delegado del Gobierno de España en las Islas. La frase que inicia este reportaje resume el calado de la situación.

Veintiocho años después de sucedidos los hechos, Pablo Afonso los relata con serenidad, no sin reconocer que fue un trabajo que le cambió la vida, pues "conocía a Paco". Se refiere al mencionado gobernador civil.

Y es que, al margen de las peripecias que hubo de hacer para realizar y enviar las imágenes a Tenerife, su atrevimiento le obligó a pasar unas horas en los calabozos que la Subdelegación del Gobierno tenía en la capital gomera. En una época en la que aún estaba verde el estado democrático, la libertad de expresión chocaba con frecuencia con los intereses políticos, recuerda el fotógrafo.

De un "exceso de celo", tal y como lo define ahora Afonso, nació la orden de Eligio Hernández de encarcelarlo para que no pudiese hacer uso de las fotografías que había hecho en los garajes del hospital insular.

La debilidad de las puertas de la cárcel, sin embargo, hizo que solo estuviese en ella unas horas, pues pudo huir al romperse la puerta de la entrada. Antes de incorporarse al trabajo y para evitar males mayores, Pablo Afonso pasó casi una noche escondido entre cables en el maletero del coche de los compañeros de Radio Club.

No obstante, y en previsión de lo que pudiese pasar con sus fotografías, Afonso ya se había asegurado de que las imágenes llegaran a su punto final, el periódico en Tenerife. Lo hizo gracias a un amigo de la citada emisora, Óscar Acosta, a quien entregó el carrete de la polémica y que fue el encargado de hacerlo llegar a la redacción de EL DÍA.

No hay que olvidar que en aquella época las imágenes se revelaban en el propio medio de comunicación y que los recursos para su envío eran muy limitados.

Sobra decir que la publicación de algunas de las instantáneas -el reportaje completo solo lo publicó la revista Interviú- motivó que Afonso fuese el centro de las críticas, sobre todo por parte del PSOE, formación a la que pertenecía el fallecido gobernador civil.

Es más, la retención del fotógrafo fue objeto de debate, incluso, en el Parlamento nacional, donde el diputado popular Arturo Escuder Croft preguntó al entonces ministro socialista de Interior, José Barrionuevo, por qué había sido arrestado. "Estaba en un sitio privado", asegura Afonso que fueron las palabras del ministro.

Para evitar que el asunto tomara otros derroteros, el profesional de EL DÍA se refugió en La Palma, donde tampoco se libró de los reproches. "Me costó bastante volver a la normalidad", reconoce.