La publicación en este diario de un comentario mío acerca de los discapacitados en nuestro país y las soluciones humanitarias y cristianas que parte de los españoles les vienen dedicando, me mueve a hacerles unas pequeñas reflexiones acerca de la ayuda que muchos españoles, jóvenes y maduros vienen aportando a la resolución del estado de miseria y enfermedad que padecen muchas regiones del mundo, especialmente en diversos países de África y muchos de Asia, a través de ONG y de manera directa. De todos es conocida la existencia de ONG que canalizan aportaciones de ciudadanos de diversos países a situaciones de extrema pobreza o graves enfermedades en países de África y de Asia, en este caso especialmente en la India, donde las creencias religiosas imperantes, como en ciertas regiones de África, hacen difícil la solución del problema reinante. Es de agradecer, en primer lugar, la decisión profesional de muchos jóvenes y no tan jóvenes de prestar sus servicios profesionales en ONG, pero en países donde esas organizaciones prestan sus servicios en condiciones laborales y de existencia sumamente precarias.

Tengo la fortuna de conocer a jóvenes que se encuentran en estas condiciones en un país concreto como es Filipinas y sé de las dificultades de todo tipo que este tipo de trabajo les proporciona, pero que admiten con resignación y sacrificio y como su propia contribución a una obra tan humanitaria como dar de comer o mejorar la salud de pueblos enteros. Pero existe además, y de manera callada y desconocida en general, la contribución personal, como sucede con una joven, creo que santacrucera, que ha dejado su trabajo patrio por prestar servicios de ayuda con fondos propios a ciertas tribus en Abisinia.

Y hay, además, un tipo de contribución muy ignorado pero harto frecuente de prestación voluntaria y gratuita de servicios profesionales durante la época vacacional, parte de la cual la dedican determinados profesionales ejemplares a la asistencia personal en zonas o lugares del extranjero especialmente necesitados de todo tipo de ayuda. Y siempre recuerdo y menciono el caso de un conocido oftalmólogo madrileño, con importante centro de consulta y cirugía, que durante un mes de sus vacaciones se desplaza a uno de los campos de refugiados creo que en la península arábiga, en el que presta su servicio desinteresado durante todo un mes. El pasado sábado, nos informaba José Mª Utrera Molina, desde el ABC madrileño, en consideraciones acerca de la juventud actual, del caso de un nieto suyo y su novia que han estado durante un mes en el Camerún, donde "han conocido el hambre, la miseria y han contemplado con indignación la pasión y la frívola pasividad de una parte de la vida española, que quiere cerrar los ojos ante situaciones tan dramáticas como estas". Al regreso de los jóvenes, les ha preguntado qué habían aprendido y la respuesta fue: "Conocer el dolor muy de cerca y también la alegría con clamorosa proximidad, a pesar de que estos últimos apenas no tenían posibilidad de completar sus vidas con alimentos esenciales".

En estos tiempos dolorosos de crisis y ausencia de trabajo firme y continuo, resulta reconfortante y emotivo saber que compatriotas nuestros están dispuestos a dejar parte de su vida, recursos e ilusiones en tierras y personas aún más desgraciadas de lo que podríamos imaginar. Dios las bendiga y que su ejemplo nos sirva de orientación en la vida.

José Mª Segovia Cabrera

(Madrid)