Algo bueno tenía que tener la crisis. Tras veinte años de carrera en los que ha pasado por algunos de los principales escenarios europeos, desde la Arena de Verona a la Deutsche Oper berlinesa, después de interpretar a las grandes heroínas del repertorio belcantista y mozartiano, tras colaborar con maestros de la escena como Franco Zeffirelli, Nuria Espert o Lindsay Kemp, la soprano grancanaria Yolanda Auyanet debutará por fin en el Festival de Ópera de Tenerife. Lo hará con la Violetta de "La Traviata", obra con la que la próxima semana se abrirá la muestra lírica en el Auditorio de Santa Cruz.

La propia cantante atribuye esta posibilidad a una feliz argucia del destino. Según recuerda, este año debería haber actuado en la temporada de la Orquesta Sinfónica de Tenerife con un concierto de arias que finalmente se cayó de la programación. Y ahora, las dificultades por las que pasa un ciclo que apunto estuvo de no celebrarse le han traído a un escenario en el que debería haber representado hace mucho tiempo.

¿Es muy malévolo pensar que la crisis ha contribuido a este tardío debut en el Festival de Tenerife?

Vamos a no ser malos y a no darle vueltas (sonríe). Sucede que cuando los medios son pocos se echa mano de la gente de casa, gente con la que se podría haber contado en los momentos boyantes. Pero estamos para arrimar el hombro y es bueno que así sea. Después de que no saliese adelante el concierto que tenía previsto con la OST, se me ofreció esta posibilidad, procedente de una temporada de ópera que no se sabía si se iba a hacer... y, además, se daba la circunstancia de que yo estaba libre. Es como si de algún modo estuviese destinada a actuar este año en Tenerife. Y estoy encantada de hacerlo.

Volverá a ponerse en la piel de Violetta. Callas, Tebaldi, Sutherland, Caballé... ¿Son demasiados los fantasmas que hay que conjurar sobre el escenario?

Mejor dejar los fantasmas ahí. De acuerdo con que todas las grandes cantantes que han hecho el papel son mitos, maestras de las que he aprendido y sigo aprendiendo. Pero al final cada artista tiene su personalidad, sus propias características, físicas, técnicas y vocales, que debe prestar al personaje.

¿Es comprensible para la mentalidad de hoy una cortesana como Violetta debatida patéticamente entre el placer y el dolor? ¿No corre el riesgo de aparecer como una mujer "de época", presa de sus estigmas románticos?

Sería difícil que en el tiempo actual se produjese una historia como la suya. Ya no hay diferencias tan acusadas entre las clases sociales, como las había entonces, pero sí existen aspectos que hacen que la obra y el personaje no nos sean totalmente ajenos. Observamos en "La Traviata" racismos latentes, maldad, instinto de superioridad por motivos étnicos, religiosos o educativos... No, no creo que la obra esté tan alejada de la vida de hoy.

"La Traviata" ha sido una obra importante tanto en su carrera como lo fue en la de Alfredo Kraus, con el que coincidió sobre los escenarios. ¿Se le ha hecho justicia?

Hubo sus tira y afloja en otro tiempo. Ya sabemos cómo somos los canarios; es un fenómeno que se repite a lo largo de la historia; dejamos lo nuestro de lado hasta que de fuera nos llega revalorizado. Esperamos que todo se nos devuelva reconocido y, así, somos los últimos en apoyar lo que da la tierra. Afortunadamente, las cosas están cambiando y poco a poco nuestra sociedad se está dando cuenta del talento que aquí existe. En la época de Alfredo era distinto. Salir fuera no era tan fácil como ahora, tampoco había medios de comunicación tan poderosos como los que hoy existen. Se lo tuvo que trabajar más. Quizá el gran agasajo, por así decir, llegó cuando ya no estaba, ya que por alguna extraña razón cuando alguien fallece se vuelve más valioso a ojos de los que se quedan. En cualquier caso, Alfredo permanecerá como un valor eterno de nuestra tierra.

Se hace mucho (y justo) hincapié en los éxitos internacionales de Celso Albelo y Jorge de León, pero tanto usted como Nancy Fabiola Herrera no les van a la zaga.

Nancy y yo llevamos muchos años (ella más que yo) en la defensa de esa nueva generación de cantantes. No ha sido fácil, pero ahí están los resultados. Y no somos los únicos: hay muchas y magníficas voces repartidas por las islas. Siempre estuve convencida de que en Canarias poseer talento vocal es una facultad tan natural como para los jamaicanos lo es correr o para los norteamericanos ganar medallas en las Olimpiadas. Para nosotros la música y el canto son recursos que la tierra da de forma espontánea; es, casi, un fenómeno sin parangón en España.

Hablando de voces, desde la subida del IVA cultural sorprenden las pocas que se han alzado desde el mundo de la música clásica para protestar o cuando menos pronunciarse sobre esa medida.

A lo mejor es porque no se les ha consultado (sonríe con malicia). En mi opinión, la ópera no puede mantenerse solo con la taquilla; es un espectáculo caro, que necesita respaldos, públicos y privados (frenados estos últimos por la demorada entrada en vigor de la Ley de Mecenazgo). Si encima bajan los ingresos en taquilla y los teatros se vacían, asistiríamos a un drama tristísimo. Igual es precisamente esto lo que pretenden: justificar que a la ópera no va nadie para así quitársela de encima. De todos modos y sin ser economista, espero que esta crisis sea pasajera y podamos recuperar una cierta normalidad en un plazo razonable.