Importantes periodistas gastronómicos, entre ellos José Carlos Capel, impulsor del foro internacional Madrid-Fusión, defiende siempre la necesidad de buscar más calidad y una "armonía" entre este producto que levanta pasiones y la comida, ya que puede haber combinaciones "repugnantes", como la de un pan de pasas con una merluza.

Chefs, reposteros y críticos siempre andan recordando la relevancia de este elemento indispensable, que incluso suele ser blanco de puntuaciones y calificación –al igual que el café– para medir el grado de satisfacción en la restauración.

Con toda la razón del mundo debe reivindicarse, de una vez por todas, que los establecimientos y las tascas mimen una de las vertientes básicas para la mayoría de los comensales.

Pero hay que ser tozudo para que persista de forma sempiterna la racha impresentable que se sufre en el mundo culinario, incluidos salas supuestamente de empaque.

Panes gomosos, intratables, con una corteza que se quiebra como el cristal y deja el mantel traceado de las "esquirlas"; chapatas de horno equivalentes a pedernales, como para comerlas con martillo neumático; bollos con miga sudada y cruda, presuntas piezas integrales o con aceitunas incorporadas o con sésamo más que sospechoso, además de semillas de amapola vistas o no vistas.

Hay quien no se "hincha" a pan en las comidas –que para eso sí se aprecia un bocadillo como Dios manda–, pero se aprecia que este aporte su estética sápida, su contribución de sabor entrañable y hasta antropológico. Que se diga uno: ¡caramba, por fin algo que se puede comer, en textura, en el equilibrio blando-crujiente, en las sensaciones amables de comer esto que, en definitiva, es un producto básico! Básico también para rebañar la salsa, por mucho que se diga que es de mala educación.

Si pasamos a Oriente, agrada especialmente el denominado "naan", que es un tipo de pan plano, elaborado de harina de trigo y generalmente sin levadura.

Es de consumo corriente en varias regiones de Asia central y de Asia del sur: Afganistán, Irán, Uzbekistán, Birmania, Pakistán y la India del noroeste (principalmente en el Rajastán y él Guyarat). El naan difiere del chapati por su forma (este último que es redondo) y por el hecho de que el citado chapati está cocinado generalmente sobre una placa en fundición llamada tava.

Por otro lado, el pan pita es un tipo de pan plano de consumo en el mediterráneo oriental, especialmente en el cercano oriente, cocido en las paredes del horno. Se caracteriza por ser un pan ahuecado que puede ser rellenado con todo tipo de alimentos.

Es una de las comidas tradicionalmente búlgaras, y se sirve acompañado de miel y sal.