DE NUEVO HEMOS RECIBIDO numerosas llamadas
y emails de lectores felicitándonos por uno
de nuestros editoriales. En concreto, por el publicado ayer
martes, en el que dábamos la voz de alarma –aunque en
ningún momento hemos pretendido ser alarmistas– ante
el grado de deterioro a que ha llegado Canarias. En estas
Islas hay cientos de miles de personas sin trabajo y se
pasa hambre, al tiempo que otros muchos isleños esperan
en las interminables listas sanitarias que les llegue
el turno de ser atendidos de sus enfermedades. Cabalgan
sobre nuestra tierra los cuatro jinetes delApocalipsis
de Blasco Ibáñez: la guerra, la muerte, el hambre y la
peste.
La guerra que padecemos no es, demomento, una contienda
sangrienta y rogamos a Dios por que nunca llegue
a serlo, aunque el cansancio y la desesperación del
pueblo alcanzan ya niveles preocupantes. Hace mucho
tiempo que venimos avisando de un estallido social; una
revuelta violenta en las calles. La guerra que padecemos
es una contienda de esclavitud por el colonialismo
que nos imponen los españoles desde hace casi seis siglos.
La muerte, acabamos de decirlo, se produce en las listas
de espera hospitalarias. El hambre ha entrado en
muchísimos hogares canarios. Familias que antes
vivían sin estrechuras económicas se esconden ahora
debido a una comprensible actitud vergonzante cuando
acuden a los centros de beneficencia en busca de un plato
de comida. Pero lo peor de todo es la peste; no la peste
entendida como enfermedad, sino la pestilente situación
derivada de que nos siga presidiendo un déspota político.
Desde que Paulino Rivero está al frente delGobierno
regional, Canarias ha pasado de ser una
apestosa colonia a ser una colonia
todavíamás apestosa. Ya no hay ilusión
en una juventud obligada a emigrar, ni
hay consumo que mantenga un comercio
antes muy pujante, ni hay gobernantes
inteligentes capaces de conseguir
que la gente viva bien. Este es elArchipiélago
que nos ha legado Paulino
Rivero: una tierra de hambre, miseria y
desesperación. Por eso ha tenido tan
buena acogida nuestro editorial de ayer.
El pueblo nos apoya porque siempre nos
ponemos al lado de los más débiles.
Se aprovecha Paulino Rivero, y con él
todos sus secuaces políticos, al igual que
lo hacen los españoles que nos explotan como a colonos
–porque somos colonos con la piel blanca que viven
en la plantación africana de los peninsulares– del carácter
tranquilo y aplatanado del pueblo canario. Nuestra
resignación ante la calamidad nos mantiene quietos. Sin
embargo, ello no impide que el ambiente siga enrareciéndose.
La presión está aumentando y en el momento
más inesperado todo puede saltar por los aires.
Un ejemplo cercano de lo que está ocurriendo en unas
Islas antes afortunadas lo tenemos en el Ayuntamiento
de SantaCruz.Qué penade ciudad.Qué lástimaque una
capital que tan buenos alcaldes ha tenido se encuentre
ahora en manos de alguien sin altura política ni de ningún
tipo. Bermúdez firmó un pacto antinatural con el
PSOE obligado por Paulino Rivero.ARivero le interesaba
entenderse con los socialistas para
seguir en la presidencia del Gobierno
regional y no le importó sacrificar a Santa
Cruz y a toda la isla de Tenerife. El hecho
de que Bermúdez sea alcalde de Santa
Cruz supone una usurpación o robo político,
ya que el ganador de las elecciones
no fue su partido, CC, sino el PP. Su
designación como alcalde es legal, pero
también supone un fraude de ley posibilitado
por la injusta ley electoral que
nos han impuesto los españoles. Mientras
tanto, Santa Cruz sufre las consecuencias
de no tener un auténtico regidor
municipal. Bermúdez solo es un
remedo de alcaldoide.
Llega unmomento en que la democracia se desborda
y se convierte en una partitocracia. Es lo que está sucediendo
en España y en Canarias, pues aquí sufrimos,
corregidos y aumentados, todos los males del país que
nos coloniza. Por eso no dudamos en afirmar que se está
haciendo necesaria, al menos temporalmente, una disciplina
militar. Una intervención concreta y momentánea
para restablecer el orden. Luego los uniformados
habrían de volver a sus cuarteles. Sabemos que nos tacharán
de antidemócratas por decir esto, aunque siempre
hemos creído en la democracia y el orden, y también
en la dignidadmilitar. En lo que no podemos creer jamás
es en el desbarajuste actual, acrecentado en Canarias por
nuestra situación colonial y por la necedad política de
quien nos gobierna.