SI ALGUIEN quiere comprobar hasta dónde llega el tercermundismo que han creado en Canarias Paulino Rivero y sus compinches políticos, incluida Ángela Mena, puede recuperar nuestra primera página de ayer, miércoles, y contemplar la foto que ilustra gran parte de la portada: varias personas tienen que subir en peso a una señora de edad avanzada por las escaleras del Centro de Atención Especializada de La Orotava, ya que el ascensor está averiado a la espera de una pieza que se pidió hace cinco semanas y que debe llegar de Alemania.

El edificio al que nos referimos tiene cuatro plantas y a todas las personas con movilidad reducida hay que subirlas de esa forma; desde una niña con una pierna escayolada, según informábamos ayer, hasta personas mayores con dificultades para caminar que deben subir sesenta escalones si quieren hacerse una analítica.

Por suerte, también recogíamos en nuestra edición de ayer una buena noticia: "Los pensionistas ya no tendrán que adelantar el dinero por sus medicinas". Sin embargo, es la única novedad positiva. También publicábamos que Santa Cruz, Arona y el Puerto de la Cruz encabezan la demanda del banco de alimentos. Quién iba a decirnos hace unos años que tres localidades ricas -dos de ellas, el Puerto de la Cruz y Arona, por la afluencia de turistas y Santa Cruz por ostentar la capitalidad de la Isla y por su pujante comercio- estén sumidas hoy en día en la pobreza y el hambre. ¿No les da vergüenza a los alcaldes de esas tres ciudades ver la cola de harapientos a las puertas de sus Ayuntamientos? Para más inri, en el caso de Arona el alcalde no dimite pese a estar condenado a cuatro años y medio de inhabilitación para ejercer cualquier cargo público.

¡Qué país! Y nos referimos a España, que es el país que nos coloniza, y no a Canarias, ya que no nos cabe la menor duda de que estas Islas, libres del saqueo español y de las necedades políticas de Paulino Rivero y su caterva de ignorantes políticos, hace tiempo que habrían dejado atrás una crisis que destruye hogares, provoca desesperación entre familias que antes contaban con recursos para vivir decentemente y ahora no y obliga a emigrar a nuestros mejores jóvenes porque aquí, en su tierra, solo hay futuro para los déspotas políticos como el mago que nos gobierna. Independencia, ¿¡dónde estás!?

"Pedir un crédito, misión imposible para el 70% de las pequeñas empresas", publicábamos también en nuestra primera página de ayer. Ya lo decía nuestro articulista Andrés Chaves en su columna: los bancos no sueltan ni un euro. Lo comprendemos, porque ningún banquero puede confiar en la recuperación de la economía canaria mientras el Archipiélago esté en manos del mayor inepto como gobernante que ha tenido en toda su historia. Rivero es tan incapaz de resolver nuestros problemas y tan falso como nacionalista que ni siquiera se atreve a copiar lo que están haciendo los catalanes: encaminarse con paso decidido hacia una independencia a la que tienen derecho, no lo negamos, pero no tanto como Canarias a obtener la suya. Cataluña y Vasconia, lo recordamos un día más, están territorialmente unidas a España, mientras que nosotros nos encontramos a 1.400 kilómetros de las costas peninsulares, a 2.000 de la capital española y en otro continente. ¿Qué locura es esa de decir que Canarias forma parte de España si estamos en África? ¿Es que puede haber alguien sensato en estas Islas capaz de defender semejante absurdo? Lo repetimos: no somos España ni somos de España. Somos canarios con nuestra libertad y nuestra identidad secuestrada por los españoles. Y como sin libertad e identidad tampoco podemos tener la dignidad que nos corresponde como pueblo, no nos queda más remedio que reconocer que somos ciudadanos con una existencia indigna por partida triple: por ser lacayos de los españoles, por ser europeos ultraperiféricos y por no echarnos a la calle, pacíficamente pero sin olvidar los pitos y pancartas, para exigir la dimisión inmediata de Paulino Rivero, de su esposa y de algún comparsa más.

La libertad que reclamamos no es una concesión graciosa de los españoles. Nuestra libertad para constituirnos en estado soberano emana de la que poseían nuestros ancestros los guanches hasta que les fue arrebatada durante la conquista genocida que padecieron y que sigue sin reparación. Eso es lo que queremos: independencia. Nada más, pero tampoco nada menos.