Andrés Molina es un "escultor" de canciones admirable, un creador de historias musicadas que destilan emociones. Nada de lo que hay en "Desnudo" parece estar a merced de una de esas caprichosas y extrañas leyes que manejan los hilos del azar. Molina es el cantautor de las palabras precisas, el compositor que sabe cuándo un sí se convierte en un deseo hecho realidad o en una ventana abierta a la incertidumbre.

"Desnudo" es un viaje sonoro por los territorios que ha ido explorando Molina desde el día en el que decidió instalarse en un universo artístico por el que camina de puntillas. No sé si es culpa de la timidez o todo forma parte de una planificación milimétrica en torno a las estrofas de "Castillos de arena", "Utopía" o "Cuidado con la luz". Y es que el "arquitecto" de "Yo también nací en el 63" es un tipo cercano que nunca se cansa de dar las gracias por todo. Gracias por acordarse de él para una entrevista, gracias por comprar una entrada para ver un concierto en el Leal, gracias por adquirir un disco -nuestra recomendación de la semana- repleto de calidad; un cd inundado de letras brillantes y excelentes colaboraciones.

Molina es un maestro a la hora de "pintar" canciones. Es un virtuoso a la hora de describir colores, olores, sabores y tactos que maneja con la solvencia de un veterano y la ilusión de un cantante que parece llevar a su espalda la L de novato. Nada más lejos de la realidad. Esa cercanía que desprende su figura es fruto de una personalidad cohibida que se evapora en cuanto pisa un escenario. Entonces emerge un autor de largo recorrido e infalible, pero siempre natural.

"Desnudo" es una colección necesaria para conocer el pulso creativo de una generación que aspiró un torrente de libertad de golpe. Algunos murieron víctimas de los excesos. Otros, como él, han sabido capear una fama que despachó en pequeñas dosis. Y es que sus canciones siempre han tenido el mismo poder curativo que una aspirina efervescente: en cuanto te la tomas desaparece el peor de los dolores de cabeza posibles y, por arte de magia, entras en un estado de reflexión sobre el contenido de "Otra vez", "Flores nuevas", "Punto de soledad" o "El bien más preciado".

Sin la arrogancia de Dylan, sin tener la mitad del envoltorio comercial de Sabina y, por supuesto, sin el Príncipe de Asturias de Cohen, Molina es, a otra escala, un buen contador de historias. Las que aparecen en "Desnudo" -en un proyecto en el que colaboran Pedro Guerra, Sole Giménez, Eva de Goñi, Luis Eduardo Aute, Arístides Moreno, Ismael Serrano, Alberto Méndez y Luisa Machado, Mestisay, Javier Álvarez, Rogelio Botanz y Caco Senante- componen el tejido musical de un compositor que se ha acostumbrado a volver al punto de inicio tras un éxito efímero. Su gran mérito: resistir para terminar conquistando otra cima.