HA FALLECIDO en su querida Zamora uno de los rebeldes, pero con causa, de los últimos tiempos, Agustín García Calvo. Estuvo en contra de todo, del Estado, de la familia, de la pareja, de la política, pero desde la construcción filólogo-filosófica enriquecedora y validada para someter estas cuestiones a una reflexión concluyente. Detrás de su posición incómoda para el poder siempre deja una leve sospecha de que todo se puede encauzar, que cualquier circunstancia vital del ser humano engarzado en una colectividad puede ser modificable. De ahí que no faltara a la cita en la Puerta del Sol madrileña con el movimiento 15-M, donde dejaba sentir desde un escenario ciertamente anarquista estar en contra de lo establecido, porque la razón va por ese camino pero alumbrando nuevas vías, diferentes soluciones a los problemas de ahora mismo.

Junto con José Luis Aranguren y Tierno Galván fue uno de los tres jinetes que en cierta manera predicaron el apocalipsis que se cernía en el Estado español si no se prodigaba la confrontación discordante en contra del régimen dictatorial de la época. Por tal motivo fueron defenestrados de sus cátedras, convirtiéndose en iconos referenciales de la juventud, sobre todo de la universitaria, que vio en ellos el acicate, el estímulo para, al menos, desde la oscuridad sórdida de un régimen represor exponer ideas y dejar sentir en las conciencias que la vida, el mundo que nos rodeaba, era algo más que lo que nos dejaban ver y que el futuro se fabricaba desde la dialéctica y desde la decisión colectiva.

Recuerdo que llegaron a Salamanca, ya fuera de sus cátedras, para darnos a conocer su situación y hacernos reflexionar a los cientos de estudiantes que les acompañamos en la Facultad de Derecho, donde tanto Tierno como Agustín nos hablaron de la rebeldía y que se incrustaran en nuestro ánimo la inquietud, el disentimiento y dejar atrás lo manido, lo insulso y, sobre todo, convencernos de que éramos jóvenes universitarios y que de muchos de nosotros dependía en buena parte el futuro asolado por las sombras de la sordidez y autoritarismo.

Fue en aquel día de 1965 una lección magistral la que nos dieron, que muchos asimilamos y que se engancharon al estímulo vital y formativo de cientos de nosotros que nos asomamos a la verdad de las cosas no solo porque los libros y las reflexiones de cada uno así lo propiciaban, sino que al encontrarse en el camino con personajes de la talla de Agustín García Calvo, aparte de tenerle un respeto de máximo intelectual, sus enseñanzas nos capacitaron para, desde esa actitud incómoda que nos enseñaban, ir construyendo una personalidad que sin duda influyó en la juventud del momento, que más tarde se tradujo en el cambio que dio un viraje a una historia oscura abriendo espacios de luces y nuevas esperanzas.

Agustín García Calvo debe encontrarse dentro de nosotros como una de las referencias del pensamiento de buena parte del siglo XX e inicios del XXI que se debatió en esa rebeldía, en ir en contra de, que tan bien defendió; que fue su actividad más reveladora y con la cual convivió hasta el final de su vida.