El dueño de la armería clandestina desmantelada hace dos semanas en el santacrucero barrio de El Perú protagonizó un escándalo en el momento en que fue detenido por investigadores del Equipo contra el Crimen Organizado (ECO) de la Guardia Civil. Cuando los agentes le comunicaron su arresto y que procederían a registrar su vivienda, el acusado comenzó a lanzar gritos que alarmaron a todo el vecindario.

La intervención de los agentes se produjo en una vivienda de la calle Juan Rumeu García. Al escuchar los gritos, a la calle se asomaron vecinos y trabajadores de empresas de la zona. Alguno de ellos llegó a grabar algún vídeo o sacar fotos, pues la intervención se desarrolló en horas de la mañana. Hasta la casa acudió en primer lugar una pareja de agentes de paisano. Ante el altercado, otros dos funcionarios de la Guardia Civil llegaron a la zona en un coche camuflado. Como parecía un altercado, después se aproximó un radiopatrulla de la Policía Local y otro de la Policía Nacional.

El acusado, identificado como J.L.S., de algo más de 50 años, fue durante años un reputado armero.

Fuentes vecinales explicaron que el supuesto propietario de las más de 70 armas de fuego y la quincena de armas blancas intervenidas es un ciudadano de origen peninsular, que reside en la zona desde hace más de una década. Supuestamente, está implicado en la "operación Picual" por haber suministrado dos pistolas a otros tantos miembros de un grupo de narcotraficantes desmantelado por el ECO a partir del día 12 de este mes.

Según varias fuentes vecinales, el supuesto dueño de la armería clandestina protagoniza, con cierta frecuencia, enfrentamientos verbales con un familiar y los escándalos son escuchados por los residentes en las inmediaciones, pues llegan a desarrollarse en la vía pública. De hecho, las fuerzas de seguridad han acudido en varias ocasiones a poner orden.

Supuestamente, en la parte baja de la vivienda donde se halló la armería y una pequeña galería de tiro, existía antiguamente un taller de arreglo de armas abierto al público.

Uno de los vecinos señaló que en ningún momento sospechó de la existencia de tal cantidad de armas de fuego. Además, le extrañó que, con dicha actividad clandestina, el acusado sea tan poco discreto ante la comunidad.