El gol del cojo forma parte de las historias más épicas del fútbol. Relatos de un tiempo, que en spaña se alargó hasta el final de la temporada 68-69, en el que sólo se autorizaba la sustitución del guardameta. Crónicas llenas de sufrimiento que nos remiten a un jugador lesionado al que se envía al área rival en busca del milagro. Rara vez la aventura tuvo final feliz. Sí acabó con sonrisa la protagonizada el día de Año Nuevo de 1967 por Alberto Molina (Gran Canaria, 1943), notable defensa central obligado a emigrar a Tenerife por la presencia del imponente Tonono en la UD Las Palmas. Titular en el centro de la zaga con técnicos como Campos, Grech, Villar o Joseíto, en cuatro temporadas sólo se había perdido ocho encuentros. Y no había marcado un gol como blanquiazul.

Molina también era un fijo para José Luis Riera en la Liga 66-67 cuando en el Heliodoro tocó recibir al Ferrol en choque que cerraba la primera vuelta. Y que se consideraba vital, pues el Tenerife pagaba esa campaña su traslado al grupo Norte de la Segunda División: estaba a dos puntos del descenso directo y a uno de la promoción. Tras una docena de años encuadrado en el grupo Sur, la Federación spañola de Fútbol imponía a los blanquiazules jugar ante rivales desconocidos en campos llenos de barro. n la Isla sólo había cedido dos empates, pero como visitante había sumado ¡un punto en ocho desplazamientos! Por ello era básico ganar al Ferrol, aunque los gallegos fueran terceros y apenas hubieran recibido siete goles en 14 jornadas.

A los cinco minutos, tras un córner en contra, Molina controló el balón ante Sornichero. "Le tiré la pelota por encima, un sombrero, y me giré... pero la bota, con tacos de aluminio, se quedó clavada en el césped, que estaba algo blando. l muslo giró y el cuerpo también, pero no la rodilla. Aún recuerdo el dolor. Y el grito. Hasta Sornichero se asustó. Me llevaron al vestuario, pero no se podía hacer cambios y quedaba mucho, así que me pusieron dos inyecciones para el dolor, un antiinflamatorio, una venda apretada para sujetar la rodilla... y a jugar", recuerda. so sí, no volvió a la zaga, sino que se colocó en punta, escorado a la izquierda. Lo hizo con la rodilla destrozada: rotura de los meniscos interno y externo, así como del ligamento lateral interno y de los ligamentos cruzados.

Más de una hora después, Molina le dio la victoria (2-1) al Tenerife al cabecear un centro de Godoy, que tenía una ceja abierta y una venda en la cabeza. l dolor le impidió celebrar el gol. Y luego estuvo casi veinte meses sin jugar. Intervenido por el doctor Miguel López, su recuperación se complicó y tampoco mejoró bajo la supervisión de milio Tomé, médico de la UD Las Palmas. "La rodilla se me iba y entonces Juan Padrón [que fue su compañero en el Tenerife y hoy es vicepresidente de la Federación spañola de Fútbol] hizo las gestiones para que el doctor Navés me operara en Barcelona. Me fui de un día para otro y Foncho [intenacional azulgrana formado en el Tenerife] fue a buscarme al Aeropuerto y me llevó directo a la clínica", explica Molina, quien también tenía la rótula afectada.

Tras hacer la recuperación junto al legendario Laszi Kubala en el campo de Sarriá, Molina reapareció una gélida mañana de octubre en Moscardó, con el Tenerife ya en Tercera División. "Volver a jugar es algo que le agradezco de por vida a Juan Padrón", comenta. Nadie le pronosticó más de un año en activo, pero durante ocho temporadas fue titular en el Tenerife, siempre con el cinco a la espalda y el brazalete de capitán. Jamás fue expulsado, celebró un ascenso a Segunda División, consolidó al equipo en la categoría de plata, participó en la histórica eliminación del Real Madrid en la última edición de la Copa del Generalísimo y en la actualidad es el jugador que más partidos oficiales ha disputado con la camiseta blanquiazul en categorías nacionales. n su último curso le inyectaban antes de cada partido para evitar el dolor y, acabado el choque, le extraían líquido de la rodilla. Aún cojea, pero no falló a ninguna cita. Tampoco se escondió aquel día de Año Nuevo cuando jugó hora y media con la rodilla destrozada. Y marcó el gol del cojo.