Acababa la primera vuelta y el Tenerife 71-72 no levantaba cabeza. Tras quince jornadas, era penúltimo con once puntos y tres negativos. El conjunto blanquiazul, que había ascendido a Segunda División meses antes, coqueteaba con el peligro en un curso en el que bajaban a Tercera División los cuatro últimos clasificados y otros cuatro equipos más debían disputar la promoción de permanencia. La entidad, presidida por José González Carrillo, había mantenido a García Verdugo como técnico y un once tipo con diez tinerfeños. Pero eso no bastaba en una categoría en la que el Tenerife pagaba su falta de puntería y su fragilidad como visitante: diez goles a favor en esas quince jornadas y ningún triunfo en ocho desplazamientos.

En su último viaje, el día de ño Nuevo, había caído (1-0) en Elche en un partido que le costó el puesto a García Verdugo y en el que un pilar del equipo, el mediocampista Cabrera, fue expulsado por agredir a Romea. Y sancionado con dos encuentros de suspensión. No sólo urgía una reacción, sino que debía ser inmediata: el jueves, día de Reyes, llegaba el Hércules, que estaba un puesto por encima y también había prescindido de su técnico, Ignacio Eizaguirre. En la Isla, mientras el eterno entrenador de la casa Olimpio Romero se hacía cargo del equipo, González Carrillo apostaba por traer a Héctor Núñez (1936-2011) pese a que la campaña anterior había descendido con el Calvo Sotelo en una situación similar.

"Las referencias de Héctor Núñez eran buenas y conocía la categoría. Tras el ascenso mantuvimos a García Verdugo, pero los resultados no acompañaron y, aunque nos dolió, decidimos cambiar de técnico", recuerda González Carrillo. Poco antes, el club fichó a Daniel Bergara (1942-2007), interior uruguayo que presumía de "haber marcado siete goles a Iríbar en tres partidos" tras militar como oriundo un lustro en el Mallorca y otros cuatro años en el Sevilla. Una larga inactividad no le impidió al Tenerife arriesgar en su contratación, "pues contábamos una plantilla joven, sin la experiencia que luego nos aportó Bergara. demás, tenía calidad y Héctor Núñez, también uruguayo, le sacó mucho jugo", agrega el expresidente.

Con Bergara como titular y Núñez ya fichado, aunque en el banquillo se sentó Romero, el Tenerife ofreció una exhibición ante el Hércules. Mauro adelantó a los locales y José Juan cerró la goleada (3-0) con dos tantos, ambos a pase de Bergara. Para el ariete, "la llegada de Héctor Núñez supuso un revulsivo. Era una gran persona y un técnico exigente, pero que conocía muy bien a los rivales, algo que entonces no era común". "Hasta media hora antes de los partidos te daba detalles del jugador al que te ibas a enfrentar y sabía valorar el esfuerzo, más allá del resultado", agrega José Juan, quien también regala elogios a Bergara, "futbolista de enorme calidad, como su hermano, a los que conocía de medirme a ellos con Las Palmas".

"Le pegaba muy bien a la pelota y ponía centros magníficos", apunta un ariete que llevaba dos goles... y acabó la temporada con catorce. Eso sí, además de sus medidos pases, José Juan recuerda "el sentido del humor de Dani y las visitas a Casa Juan, en Tegues-te, a echarnos una cazuela tras los partidos". Había motivos: con Núñez y Bergara, el Tenerife sumó diez triunfos y un empate en sus primeros once partidos en el Heliodoro. Esa solidez como local le permitió al equipo finalizar la Liga en la novena plaza y, mediada la segunda vuelta y con la permanencia sellada, hasta se permitió el lujo de traspasar a Juanito al Barcelona. Todo ello, después de que Núñez y Bergara fueran el mejor regalo de Reyes para la afición blanquiazul.

Y es que el fútbol y los Reyes Magos nunca estuvieron peleados: hasta el Tenerife-Salamanca de ayer, los blanquiazules sumaban ocho apariciones oficiales en el Heliodoro en un Día de Reyes. Las citas incluyen un humillante 0-4 contra el Price en el Campeonato Insular 46-47, un inesperado empate (1-1) ante el Betis en la Liga 90-91 que le costó el puesto a zkargorta... y cinco victorias. La última, ante el Celta (3-2) y con Oltra en el banquillo local, llegó hace apenas un lustro. Más allá de los números, esos duelos son la prueba de que jugar un 6 de enero no era pecado. Ni un engorro que obligara a buscar un cambio de fecha. En realidad, era una fiesta. Como fue una fiesta el Tenerife-Hércules celebrado hace 41 años.