En el diagnóstico sobre la situación de la I+D en España realizado por el grupo de investigación "Economics for Energy" destaca que se está desarrollando tecnología competitiva a nivel internacional, aunque es difícil atribuir

esto a la existencia de buenas condiciones para la innovación, sino más bien al esfuerzo individual de algunos agentes, y en el caso de las renovables, al marco favorable que permitió a algunas empresas invertir parte de sus rentas.

En este sentido, la contraposición entre la innovación en energía eólica y solar fotovoltaica es

paradigmática en el caso español.

La industria eólica consiguió desarrollar una actividad de innovación relevante, mientras que la industria fotovoltaica, en la que existían líderes antes de la introducción del sistema de primas, fue básicamente desmantelada.

Esta situación aparentemente paradójica se repite en otros ámbitos: no son las regiones que más presupuesto dedican, o que más investigadores tienen, las que mejores resultados obtienen.

Y es que la creación de un ecosistema de innovación productivo no depende únicamente de cuánto dinero se ponga encima de la mesa (en el caso del sector fotovoltaico, el tamaño de la prima no contribuyó al mantenimiento de la industria productora), sino del conjunto y la coordinación de medidas que se desarrollen.

El problema es que en el sector energético español hay problemas en el cuánto se financia, en el qué se financia y en el cómo se hace.

Parte de la explicación para ello reside en la liberalización del sector energético que tuvo lugar desde finales de los años ochenta.

El gasto en I+D en energía se redujo mucho y desde entonces se ha mantenido en niveles muy bajos. Sin embargo, no todo puede achacarse a la liberalización: el gasto también es muy bajo en comparación con los países de nuestro entorno (incluidos aquellos en que también se ha liberalizado el sector), y más aún en el ámbito global.

La inversión pública por habitante en I+D en energía está por debajo de la media de la Unión Europea (incluso de UE-27), es un 10% de la de Japón y un 20% de la de EEUU.

Una de las razones de esta falta de inversión en innovación puede ser la poca popularidad de

la ciencia y el bajo conocimiento científico en la sociedad española, en comparación con otros países.

De hecho es sorprendente que, dada la importancia que se da a la energía en la repercusión de las subidas de tarifa eléctrica, el gasto familiar o el IPC), no se invierta de forma decisiva en este sector, apuntando a la ausencia de una implicación de los gobiernos regionales a través de políticas de apoyo tecnológico y la inexistencia de una base industrial.