1.- Mi compañía de móviles me ha entregado los dos. Llevo tiempo con el "Iphone 4 S" y ahora me traen el "Iphone 5", comprado en cómodos plazos, tan cómodos que uno no se entera. Y cuando más entusiasmado estaba con el 5 resulta que me entero de que "Sharp", la compañía que fabrica las pantallas, ha recibido la orden de parar la producción, de momento, porque las ventas han sido un fracaso. Apple mantiene una extraña forma de vender, y es creando el morbo de la escasez. Cuando lanza sus productos al mercado deja que se agoten. Es lo que ha pasado estas fiestas de Navidad y Reyes con el "Ipad Mini" de 16 GB con conexión wi-fi. Mis amigos y mi familia, que creen que yo soy el gran conseguidor, me habían encargado una docena, pero sólo pude reunir cinco. Menos mal que en "Banana Computer" se portaron del diez y, previo encargo, me las entregaron a tiempo. Cada niño quería una "Ipad Mini", pero de nuevo "Apple" las sirvió con cuentagotas. La pantallita es una gozada. Cada día puedo leer los periódicos desde cualquier lugar en el que haya wi-fi -todos, prácticamente-. Y consultar millones de páginas y de datos. Es un juguete fantástico. Fue un buen regalo el que me hicieron.

2.- Paralela a la industria de los smartphones en sí y de las pantallitas se desarrollan otras que fabrican fundas, carcasas, cargadores y diversos complementos adaptables a la revolución de la comunicación individual. El mundo ha dado un vuelco con la telefonía móvil y los ordenadores en tableta. Samsung, por ejemplo, va lanzada; y sus acciones suben, mientras que las de Apple bajan. Y la industria electrónica no para. Kingston fabrica un pen-drive de 520 GB. Casi se puede meter el mundo entero en un pequeño dispositivo del tamaño de la yema de un dedo meñique.

3.- Ya no nos imaginamos la vida sin los puertos USB, los ordenadores portátiles, las tabletas, las conexiones por bluetooth y, por supuesto, la Red de redes, la Internet, que ha puesto el mundo a nuestros pies después de que Estados Unidos decidiera que no fuera exclusiva de su ejército y la abrió al mundo. Parece ser que el premio Nobel y ex vicepresidente tuvo mucho que ver en esta decisión. Cómo hemos cambiado, Dios mío. Incluso para mí, que he procurado adaptarme a la tecnología todo lo que he podido, las cosas van muy deprisa. Uno se asombra de cómo los niños manejan sofisticados aparatos electrónicos; yo sería incapaz, o al menos tendría muchas dificultades. En fin, años de revolución tecnológica, algunas veces poco entendible y asumible para los no iniciados. Aquí tienen unos pocos ejemplos.

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