El concejal de Urbanismo de Tacoronte, Ignacio Álvarez, ha decidido reimpulsar y desarrollar el convenio firmado en 1996 para reformar y explotar para uso público el célebre castillete de Óscar Domínguez y los bancales de parte de esta finca enclavada entre Mesa del Mar y la playa de La Garañona o El Arenal, en el colindante municipio de El Sauzal.

Tras un mandato (2003-07) en el que el proyecto se estancó y dificultó por los problemas detectados por la Cotmac con la delimitación, ya que había que revisar más de 200.000 metros cuadrados, el edil se ha reunido con el arquitecto de los propietarios de la finca para intentar aplicar cuanto antes el citado convenio.

Ese acuerdo convertía en públicos el castillo y parte de los bancales anexos a esta edificación, enclavada en una finca de grandes dimensiones (52.000 metros cuadrados) que llega, incluso, a la parte alta del acantilado, en la carretera de Guayonge. Es en esta zona en donde los propietarios se veían compensados con edificabilidad. Sin embargo, han ido pasando los años y el convenio no solo no se ha desarrollado, sino que, además, se ve ahora más dificultado por los problemas económicos de la crisis.

No obstante, y dado que el canje no supone ningún coste para el consistorio (otra cosa es la reforma del castillo), el gobierno local entiende que se puede aplicar esas partes del convenio que no representan un desembolso público o, en todo caso, una cantidad asumible. De esta forma. y según Álvarez, se podría utilizar los bancales como huertos urbanos mediante un proyecto social que no solo permitiría explotar esta parte del enclave, sino ayudar a vecinos en la etapa de crisis.

Además, y por lo menos en la parte de análisis técnico y redaccional, se podrían ir avanzando en la imprescindible reforma del castillete, dado que presenta un creciente deterioro, con un muro caído y gran parte del techo también derruido o debilitado.

En el actualidad, la finca se encuentra vallada en la parte donde se ubica el castillo y varios carteles advierten de que se trata de una propiedad privada para que no se entre, si bien una porción de la valla está derribada por desprendimientos de piedras. Eso sí, hay un perro que, con sus graves ladridos, deja clara su presencia.

Se trata de un castillete que utilizaba el pintor surrealista Óscar Domínguez para pasar algunas temporadas veraniegas en este bello enclave de la costa tacorontera.