Primero fue el "bono parque", luego Internet y ahora incluso tienen que prescindir de hacer la compra, pues a Leopoldo y Soraya, un matrimonio en paro con dos hijos, no le dan más de sí los 426 euros que cada mes entran en su casa, con los que hay que pagar el alquiler.

Ellos componen uno de los 1.833.700 hogares con todos sus miembros en paro incluidos en la Encuesta de Población Activa (EPA), que hoy ha publicado el INE.

En este hogar, cada semana tienen que añadir un nuevo recorte. "Me acuerdo cuando le dijimos a los niños, hace dos años, que ya no íbamos a tener el bono parque", un pase anual para acudir a distintos parques de atracciones, explica Soraya a Efe.

Luego ha habido otros recortes porque la situación de desempleo se alarga y reconoce, mientras conversamos, que en estos momentos está agobiada pensando cómo va a pagar el último recibo de la luz -170 euros-.

Soraya Santos, madrileña, tiene 33 años y desde hace cuatro no ha vuelto a tener un contrato de trabajo. Trabajaba como limpiadora. Su marido, Leopoldo Herráiz, -también de Madrid- de 38 años y pintor de profesión, ya suma dos en el paro. Viven en un piso de unos 20 metros cuadrados, situado en la planta baja de una "corrala", por el que cada mes pagan 400 euros de alquiler. Gracias a la "solidaridad de la comunidad", se lo han rebajado a 200 euros durante un año.

Cada semana "llena el carro" con productos facilitados por el Banco de Alimentos, que recoge en un local de Mensajeros de la Paz. También está apuntada en la lista de Cáritas, donde completa otro día la cesta de la compra.

"La crisis nos puede alcanzar a todos. En mi corrala lo tenemos claro. Una vecina hace cocido y lo reparte entre cuatro o cinco familias. A veces, si se me ha acabado la leche, me la da otra vecina, que acaba de llenar su carrito en otra organización, y otras veces, le ayudo yo".

De los quince inquilinos de su bloque, diez reciben ayuda en centros sociales.

"Hubo una temporada, en que era la única española en la cola para recoger los alimentos, pero ahora somos muchos", dice Soraya.

Como una madre más, se levanta pronto, lleva a su hijo Jose, de 8 años, al colegio y vuelve "a hacer la casa". "Lluvia, la niña -de 14 años- va sola al instituto".

"Luego me voy al locutorio, miro el correo por si hay alguna oferta de trabajo y a patear el barrio, preguntando en cualquier sitio. A las doce vuelvo al cole para recoger al niño y lo llevo al comedor de Mensajeros. A las tres tiene de nuevo clase".

Han eliminado las ayudas de libros y de comedor, que antes percibía. "En lugar de ayudarnos, nos están asfixiando".

La vuelta al colegio fue complicada, sobre todo por los libros. "El último libro lo he comprado hace un mes, la niña ha estado cuatro meses sin él".

"En Mensajeros de la Paz, donde varias editoriales donaron libros, conseguí unos cuantos. Varias madres nos unimos para hacer un mercadillo e hicimos un intercambio de libros y en el colegio, me buscaron otros dos".

Su hijo también acude a un programa de refuerzo escolar de la organización que dirige el padre Ángel. "El niño repitió segundo de primaria y desde que está en el apoyo escolar, todo sobresalientes".

"Mientras, yo estoy en casa con la niña. Ella no quiere ir al centro por la tarde, no sé si por vergüenza o qué, pero no quiere".

Soraya destaca el trabajo de los voluntarios y de los responsables de los centros sociales. "Sin ellos, no saldríamos adelante. Yo también intento aportar lo que puedo: llevo la ropa y zapatos de mis hijos y si hay que ayudar en la limpieza, pues adelante".

"Mi marido se va por las obras, se va a esas contratas temporales, nada; se ofrece de repartidor, de mantenimiento, de mozo, de lo que sea, nada", explica.

Varias veces han estado a punto de irse a vivir con su madre, que les ayuda continuamente en su esfuerzo de "parcheo diario". "Al final tendremos que irnos, no lo descarto, pero es que ella vive con 800 euros y tiene hipoteca".

Su objetivo es ir sobreviviendo. Cuando "salgan de ésta", irá al dentista. "Me tendrían que cambiar la boca, porque tengo problemas con las encías, pero ahora es imposible".

"La niña se va a casa de las amigas para conectarse a Internet. No ha entendido muy bien que tuviéramos que darnos de baja. Se enfadó mucho, pero yo se lo expliqué y ella ya se está dando cuenta de que otras familias también tienen problemas, que están más o menos como nosotros".

"Yo soy una persona muy positiva, que me muevo por todos los lados, pero no veo mucha solución, por más que miro, por más que busco; hablo con las vecinas, con todo el mundo por la calle y nada".