Silvestre Gutiérrez, propietario de la granja de pollos de Santa Úrsula que la Asociación de Madres y Padres de Alumnos del colegio de La Corujera señala como el origen de malos olores que afectan al centro, se siente víctima de una "persecución sin fundamento"; defiende su derecho a ganarse la vida legalmente, y recuerda que la explotación agrícola, antes regentada por su padre, "ha convivido siempre con el colegio y nunca, hasta hace unos meses, se habían producido quejas".

Gutiérrez destaca que su granja cuenta desde 1985 con todos los permisos necesarios para ejercer la actividad y que de forma continua recibe inspecciones sanitarias y veterinarias. El propietario, que ayer mostró la granja a EL DÍA, asegura que ha invertido unos 300.000 euros en su acondicionamiento para la cría de pollos y la automatización de su gestión. Para ello contó con subvenciones del Gobierno de Canarias.

"Hasta la muerte de mi padre, esta granja estaba destinada a gallinas ponedoras. Entonces, aquí había gallinas todo el año y nunca se quejaron de malos olores en el colegio. ¿Cómo es posible que ahora digan algunos que la situación es peor? Ahora los pollos llegan con un día de edad y se engordan durante 46, luego la granja se queda vacía tres semanas hasta que llega la nueva remesa", detalla.

El propietario recalca que siempre ha estado dispuesto a colaborar para reducir al máximo la salida de olores al exterior: "Desde que empezaron las quejas me he mostrado dispuesto a colaborar. He comprado corteza de pino para mezclarla con el serrín que se pone en el suelo y también voy a utilizar un producto que, según me han recomendado los técnicos, reduce el olor. Pero no se puede olvidar que esto es una granja y que estamos en una zona rural".

"Las personas que han promovido estas quejas dicen que huele peor de 9:00 a 10:00, pero es que los extractores de aire de la granja no funcionan hasta mediodía. El foco se ha puesto en esta granja, pero algunos se olvidan de que aquí, en muchas fincas de alrededor, hay gran cantidad de animales y estiércol", recalca.

"Los pollos que se crían aquí se crían con todas las garantías sanitarias y su destino son las mesas de la gente que vive en la Isla", indica Gutiérrez, preocupado por el futuro de su granja en una Isla que "produce muy poca carne de ave y la mayor parte se trae de países como Argentina".

Este joven empresario espera que le dejen seguir con su trabajo y lamenta que "unas pocas personas, movidas por rencillas personales, envidias o intereses, hayan causado todo este revuelo en el colegio, donde también van a ir a estudiar mis hijos. Y con una granja que lleva abierta casi 30 años".