Tres piezas del tesoro tartesio de El Carambolo, que debe su nombre al cerro de Camas (Sevilla) en el que fue hallado en 1958, podrán viajar a Nueva York, y salir por primera vez de España, para ser expuestas en el Metropolitan si las autoridades españolas acceden a la petición de ese museo.

El museo neoyorquino pretende que tres piezas de las 21 de oro de 24 quilates de casi tres mil años de antigüedad que componen este tesoro formen parte de una exposición sobre el arte de las antiguas culturas orientales, junto a piezas fenicias, egipcias y persas.

Dos brazaletes, un collar, dos pectorales con forma de piel de toro y 16 placas que podrían conformar un cinturón y una corona componen este tesoro de un peso total de 2.950 gramos.

La petición por parte del museo neoyorquino se cursó a primeros de año, y ahora los técnicos de Cultura de la Junta de Andalucía elaboran un informe sobre el posible préstamo sobre el que también tendrán que opinar el Ayuntamiento de Sevilla, que es su propietario, y el Ministerio de Cultura, que dirá la última palabra.

Además de pertenecer a una civilización mítica, extendida por la mitad sur de la Península pero de la que se desconoce su principal ubicación y sobre la que los arqueólogos siguen especulando acerca de sus orígenes y su final, el tesoro de El Carambolo apenas ha sido expuesto públicamente y se conserva en la cámara acorazada de un banco, en el centro de Sevilla.

Mostrar las piezas originales al público en el Museo Arqueológico de Sevilla cuesta 145.000 euros anuales en seguridad, una cantidad que la Consejería de Cultura no puede afrontar en solitario, por lo que el año pasado el original únicamente se mostró al público entre enero y abril, para ser sustituido por la réplica en oro efectuada por el orfebre sevillano Fernando Marmolejo.

La decisión de mostrar el original se acordó tras el éxito cosechado en 2009 por la exposición conmemorativa del cincuenta aniversario de su hallazgo, en unas excavaciones dirigidas por el arqueólogo Juan de Mata Carriazo, pero la falta de presupuesto en Cultura devolvió el tesoro a la cámara del banco.

Hasta esos dos periodos públicos en el Museo Arqueológico sevillano, el tesoro, que también fue expuesto allí entre 1967 y 1977, apenas si había visto la luz: dos veces con motivo de la Expo 92, en una exposición de la caja de ahorros El Monte, y en su único viaje fuera de Sevilla, en 1963, cuando fue a Madrid para ser mostrado durante dos semanas en el Museo Arqueológico Nacional.

El Ayuntamiento de Sevilla ha mostrado su buena disposición para la marcha de las piezas a Nueva York, sobre lo que hoy ha ironizado el consejero de andaluz Cultura, Luciano Alonso, al referirse a la complejidad de los informes previos que necesita ese consentimiento.

Alonso ha aprovechado la ocasión para pedir al Gobierno central que invierta en el Museo Arqueológico, ya que su departamento ha expresado en varias ocasiones que, en solitario, no puede afrontar los costes de seguridad que supone mostrar el original.

El anterior Gobierno municipal socialista de Sevilla intentó que el original se mostrara permanentemente en el subterráneo denominado "Antiquarium" de Sevilla, en la Plaza de la Encarnación, bajo el vanguardista Metropol Parasol conocido popularmente como "Las setas", pero la Consejería de Cultura determinó que no se reunían las suficientes condiciones de seguridad.

El misterio que rodea al tesoro, como el que envuelve a la civilización por cuyos orfebres fue labrado, sigue sin resolverse incluso en lo que se refiere a la utilidad y significado de sus piezas.

La última hipótesis, de los arqueólogos Fernando Amores y José Luis Escacena, apunta que las piezas de oro servían para adornar a los toros inmolados a los dioses Baal y Astarté, contradiciendo la idea de que eran adornos de un rey o un sacerdote por ser demasiados para una sola persona.

Esta nueva hipótesis es rechazada por otros arqueólogos que no aceptan que la riqueza material y el detalle artístico con el que está labrado el tesoro fuese destinado a animales.

En el momento de su hallazgo, ante la sorpresa del oro, la cantidad de piezas y la refinada orfebrería, se pensó que se había localizado el ajuar del mítico rey Argantonio, quien, mito o historia, nunca podría haber imaginado que sus joyas se expondrían tan cerca de las de Tiffanys.