Entiendo la preocupación del legislador por fomentar el empleo en general y la pretensión de maquillar los datos del paro juvenil, en particular, por escandalosos. La generación perdida y blablablá. Y el gobierno actúa. Y ahora a los menores de treinta se le extiende la alfombra roja al mundo del trabajo: cincuenta euros al mes por darse de alta del autónomo -mientras cualquiera paga doscientos cincuenta- o exención del total de las cuotas de la Seguridad Social para los contratos en prácticas de personas sin titulación y otros cuantos supuestos. Es bonito, pero incluye letra pequeña... Hay que llevar no sé cuántos meses seguidos en el paro, que el nuevo contrato supere no sé qué plazo de duración y llamarte Ernesto. En definitiva, para aclararnos: se pretende incentivar al empresario que elija a una persona menor de treinta, sin estudios terminados, que lleve más de un año sin trabajar y con el compromiso de mantenerla muchos meses en el puesto. Desde el escaño puede que todo esto parezca un chollo.

Los elegidos. Ya no por el bagaje, las capacidades o las habilidades que el aspirante sea capaz de demostrar, sino por la concordancia con las bases de la subvención: la pela es la pela. De entre los que cumplan con el criterio de la bonificación, aquellos que encajen con las funciones a desarrollar. Una nueva línea a añadir al currículo profesional: "Le saldré barato; si me contrata podrá acogerse a las ayudas previstas en la ley". Y yo le recomiendo una segunda: "No fumo".

Los mayores de treinta. Nada que rascar. Esto tienen las subvenciones, todas y sin distinción, que desvirtúan el normal funcionamiento de los procesos de toma de decisiones. Un treinta y dos por ciento de ahorro salarial obnubila a cualquiera, que eso es lo que pagan las empresas en condiciones normales. Respecto al mercado laboral, el legislador, es decir, el poder político, o sea, los que ganaron las elecciones, que se dicen liberales, no podrían hacer nada mejor que mantener los mínimos que impidan el abuso y dejar que las partes se entiendan. Y si las aportaciones sociales son necesarias para mantener el sistema sanitario y las pensiones, pues iguales para todos, sin discriminación por raza ni edad. Para crear empleo parece más lógico quitar presión a las empresas, con una bajada generalizada de las cuotas, y que cada una contrate a quien quiera.

Los políticos. Que confunden cuáles son sus funciones. Sí, todos, y permítame que generalice. Porque ni la constitución ni los ciudadanos pretendemos que las administraciones públicas den respuesta directa a todos nuestros problemas. La confusión es importante: no es lo mismo prestar los servicios públicos y ejecutar inversiones de interés común que tratar de influir en el mundo de los negocios -apostar por un sector o por otro según augure el brujo de la tribu-, que es donde se genera empleo. El intervencionismo de izquierdas o de derechas no da resultado. Las subvenciones, insisto, distorsionan el mercado y producen enormes efectos perversos: eliminarlas de raíz sería una excelente medida de contención del déficit con efectos inmediatos sobre la economía, todas, incluidas las del plátano.

Los mayores de sesenta. Tenga en cuenta que le quedan por delante unas cuantas décadas por vivir y eso es mucho tiempo para dedicarlo a echarle millo a las palomas. No se precipite con la jubilación, prevea cómo quiere vivir y planifique sus finanzas personales. Con el trabajo cumplido el sistema, que paga su pensión, le da la oportunidad de dedicarse a lo que quiera. Quizás, desde la perspectiva de una jubilación inminente, decida usted retomar aquella vocación frustrada o dedicarse a los demás, que siempre reconforta. Importante luchar contra el aburrimiento y no renunciar a disfrutar de la vida.

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