Tengo en mis manos el núm. 72 del periódico llamado La Laguna, de cuya existencia no tenía yo noticia. Su difusión parece ser mensual y el ejemplar que poseo nos dice que corresponde al pasado febrero. Está, pues, calentito todavía. En el periódico me han llamado poderosamente la atención dos cosillas, una positiva y la otra situada en el campo contrario. Ustedes me entienden. Comenzaré a comentar lo negativo para que este artículo no termine con tristeza.

La página 8 está dedicada íntegramente a don José de Viera y Clavijo, eminente personaje de la casa, fallecido hace dos siglos. Se habla mucho y bien de él, como no podía ser menos, porque nuestro don José fue mucho don José. Pero, a pesar de la gran amplitud del capítulo, que, por cierto, aparece sin firma al pie, después de hacerse mención de la categoría del biografiado, el autor del trabajo se olvidó de un detalle que habrá dolido mucho en cierto lugar que yo me sé. No se dice, ni por asomo, que el gran Viera nació en Los Realejos. Menos mal que el olvido no tiene relación con La Laguna, y menos con Santa Cruz, porque, de lo contrario, se hubiera armado la marimorena, sobre todo si se nombraba a Las Palmas, como, ¡qué casualidad!, se nombra en el trabajo que comento. Y es que si se afirma que estudió en tal sitio, vivió muchos años en cual sitio, que viajó hasta no sé cuantos sitios, si fue cura de no sé sabe cuántos sitios, resulta extraño que no se dijera una cosilla tan importante como señalar dónde vio nuestro personaje la luz primera. Y es que hay olvidos inexplicables.

Vamos ahora al lado bueno. Se dice en la página 6 que la localidad de Tegueste va a contar pronto con su callejero. Buena noticia, sí señor. Ojalá tengan su callejero todos los pueblos. Por lo que respecta a Garachico, habrá que decir, sin pedantería ni presunción, que tenemos callejero desde hace 43 años. Fue en 1970 cuando el alcalde de entonces, Lorenzo Dorta, me encargó del asunto porque yo era el concejal de Cultura. Y salió a la calle el callejero. Un callejero que parecía un churro a medio freír porque estaba lleno de errores y equivocaciones y meteduras de pata. En todas partes cuecen habas. Y cuando una persona es presumidilla y tal, suelen ocurrirle estas cosas. Recuerdo que confundí varias veces la gimnasia con la magnesia. Entonces hicimos otro callejero en 1987. Aquello ya se parecía más a lo que queríamos, aunque tampoco era para que le concedieran un Nobel. Visto lo cual, en 1999 -ya ven que han transcurrido 14 años- salió de imprenta el tercer intento. O sea que tardamos más de 40 años en acertar. Torpe que es uno.

Quiero decirles, sin embargo, que en los dos últimos callejeros hemos incluido, por las buenas o por las malas, ustedes dirán, el nombre de don Hernando de Magallanes. Resulta que habíamos leído -creo que fue en La Tarde- que don Hernando había estado en Garachico allá por mil quinientos y pico, no recuerdo ahora bien. Después alguien dijo que donde de verdad estuvo a por agua, por leña y por no sé qué otros objetos que necesitaba, fue en las tierras (quiero decir en los mares) de El Médano. Que yo sepa no estuvo en Santa Cruz. Pero será el alcalde de Santa Cruz el que asista en su día a no sé qué centenario que se celebrará en Sevilla próximamente.

Así que el alcalde del barrio de El Médano y el titular de Garachico se quedarán ese día en cualquier menester del municipio correspondiente. Podrían quedarse, incluso, pescando. Cada uno en su mar. Pero con su mente llena con el nombre y el apellido de don Hernando de Magallanes. Algo es algo.