Destacábamos ayer en nuestra primera página lo dicho por el letrado Juan Carlos Melián, experto en la política de comunicación desarrollada por el Gobierno canario, relativo a que los servicios jurídicos del Ejecutivo advirtieron previamente de que el decretazo publicitario era un despropósito. Melián, socio de Munguía y Melián Abogados, conoce bien la política de comunicación del Ejecutivo regional, pues ha tenido que trabajar en casos tan controvertidos como la adjudicación de las licencias de televisión digital terrestre (TT) y las de FM. Ahora lo hace con el decreto que regula la publicidad institucional; una norma que, a su juicio, esconde muchas dudas. "Me da risa cuando oigo hablar de transparencia en el Gobierno", manifiesta dicho letrado.

Hay muchas cosas y muchísimos despropósitos de este Gobierno políticamente necio que nos hacen reír diariamente, aunque algunas invitan más al llanto que a la carcajada. No supone motivo alguno de fiesta el hambre de los niños que tienen que acudir a clase sin desayunar porque sus padres, arruinados por culpa de la mala gestión política de Paulino Rivero, hace tiempo que carecen de medios con los que alimentarlos de forma adecuada. Una desnutrición infantil a la que debemos sumar la sufrida igualmente por los adultos porque las colas de la miseria cada día son más largas en unas Islas que antes eran afortunadas. También nos dan ganas de llorar a la vista de la emigración forzosa de nuestros jóvenes y frente a la desesperanza que sufren los casi 400.000 canarios sin trabajo.

Si no fuera por estas desgracias, nos reiríamos a carcajadas del debate sobre el estado de la nacionalidad que se celebra desde ayer en el Parlamento de Canarias: un antro político que no recuperará la dignidad que le corresponde hasta que nuestro Archipiélago sea una nación soberana. ¿Qué nacionalidad ni qué babiecadas? Canarias es una nación aunque carezca de su estado propio. Somos una nación sometida desde hace casi seis siglos por un colonialismo explotador que saquea nuestros recursos y nos arroja a un pozo de miseria, con el beneplácito de Rivero y sus secuaces políticos. Antes nuestra única desgracia era el colonialismo. Ahora son dos: la colonización española y un Gobierno regional neciamente presidido por un político incapaz para desempeñar ese cargo. Un político que, al no ganar las elecciones, tuvo que valerse de un truco para seguir en el machito. Un político que también sigue al frente de un partido falsamente nacionalista. Una formación, Coalición Canaria, que pagará en las urnas -posiblemente incluso con su desaparición como partido- el no haberse quitado de encima a Rivero y no haber optado por la independencia de su tierra.

La hambruna que hay en Canarias no se soluciona abriendo los colegios durante los meses de verano para que los niños puedan hacer uso de los comedores escolares, como propuso ayer en el Parlamento, gesticulando con los brazos, el inepto político que preside el Gobierno. El hambre que padecen estas Islas se arregla con la dimisión de su gran culpable, que no es otro que el propio Paulino Rivero. Con el cese de este demente político y también con nuestra descolonización porque, lo decimos una vez más, muy negro va a ser nuestro futuro mientras sigamos sin tener el control de los recursos de estas Islas.

Ni uno solo de los diputados de Coalición Canaria se puso ayer en pie en el Parlamento autonómico para decir que ya está bien de bromas y de abusos, porque nadie en Europa ni en el mundo piensa a estas alturas que las Islas Canarias sean una comunidad autónoma española. Para Europa somos una región ultraperiférica; es decir, una colonia, pues esta es la denominación moderna que se da en el Viejo Continente a los territorios coloniales.

Tampoco entendemos por qué se reúnen los sindicatos canarios si de esas reuniones no sale la convocatoria de manifestaciones contra el asfixiante colonialismo español. Si por cualquier asunto menor sale la gente a la calle, ¿a cuenta de qué esta pasividad con un asunto tan importante como es la libertad de nuestra tierra? Y acabamos.

Hemos dejado para el final un nuevo e irrespetuoso ataque del pájaro tatarita de Las Palmas porque hemos dejado de darle importancia a mariconadas propias de este personaje. Respetamos a los gays porque son personas respetables, pero no a los mariquitas que se avergüenzan de su condición y que siempre están pinchando como revoltosos. Tan solo le decimos que miserable lo es él, a la vista de la ruina -ha solicitado un concurso de acreedores- de su empresa.