La ULL y el ISTIC han conseguido otro año más sentar a dialogar la fe y la cultura en La Laguna. El pasado lunes arrancó el XXII Congreso Internacional Diálogo Fe-Cultura, organizado por ambas instituciones académicas. En las sesiones celebradas durante una semana y que se clausuraron el viernes en Los Realejos, participó el profesor Eloy Bueno de la Fuente, catedrático de Teología de la Facultad del Norte de España, Burgos. En su presencia en dos de las mesas de esta cita congresual, abordó el tema de la razón, y la confrontación entre ciencia y fe. Cuestión, la de la ciencia, en la que este especialista apenas observa la intromisión de la corrupción, algo que sí sucede, como él opina, en otros sectores, como el político o económico.

¿Cómo es posible que con el crecimiento de la ciencia que ha surgido en el último siglo, esa misma ciencia a veces ponga en peligro, y con sinrazón, al ser humano?

En toda actividad humana existe siempre la pretensión de dominio y de control y, por tanto, cuando el saber científico no se equilibra con otros modos del saber, puede caer en esa tentación. En general, la ciencia aporta elementos muy positivos para la vida humana. Los aspectos negativos de la ciencia proceden más que de la unilateralidad científica, de intereses políticos, económicos o ideológicos. Son quienes dan el dinero y quienes estimulan, aquellos que producen el movimiento negativo en derredor de la ciencia. Son normalmente intereses extra científicos. En el campo de la investigación científica apenas hay casos de corrupción económica, contrariamente a lo que pasa en otros campos, como lo son el de la empresa, el político, etcétera. Lo cual habla muy bien de la actitud ética de los científicos. Hay que pensar la cantidad de dineros que se mueven en el entorno de la ciencia y no se conocen casos de corrupción dignos de trascender a los medios de comunicación social.

¿Y la fe está siendo un obstáculo hoy para la ciencia? Pongamos el ejemplo de las investigaciones en fecundación, o de la genética, etcétera.

Creo que se puede decir que la fe como tal, no es obstáculo. En todo caso, el obstáculo podría proceder de la dignidad humana que es la que pretende ser salvaguardada por la fe. Hay situaciones en las cuales ciertamente la fe, a lo mejor, habla muy deprisa o tal vez demasiado pronto, en temas profundamente debatidos. Pero en realidad la fe, en general, en el campo científico lo que pretende es salvaguardar el hecho de que la ciencia tiene límites. También es posible como pasa en muchos hechos de la vida, que el afectado desconoce cuáles son sus límites, y por eso es necesario el diálogo con otros saberes, como el de la fe".

¿Es peligrosa la sinrazón humana? ¿Muchos hablan de la posibilidad de la desaparición de nuestra humanidad por la ilimitación de la ciencia?

Evidentemente, con el final de la humanidad y nuestro planeta hay que contar. Otra cosa es que evidentemente en la ciencia habita un elemento de sinrazón. Es decir, la razón siempre tiene un lado oscuro, sin embargo, esa sinrazón no creo que sea consecuencia directa y fundamental de la ciencia, sino del uso que todos nosotros hacemos de las aplicaciones de la ciencia. Entiendo que en el campo del desequilibrio ecológico es patente. Sería unilateral e injusto acusar a la ciencia, sino más bien a la actitud de consumo desmesurado que habita en nuestro corazón. La ciencia es un elemento manejable por el ser humano.

¿Qué sería el mundo sin Dios, ciencia y fe?

La ciencia, precisamente porque nos abre a la complejidad de la realidad y a los límites de nuestro conocimiento, creo que es el espacio que queda abierto para que hablar de Dios tenga también sentido en el ámbito de la ciencia.

¿En la sociedad de la comunicación, hablar, dialogar, hoy parece fácil, pero desde la Iglesia se nota la posibilidad de diálogo entre Ciencia y Fe, en la Iglesia Pueblo de Dios, propiamente dicha?

A nivel de la opinión pública cristiana muy poco. Un dato, en los países modernos y técnicamente avanzados, las publicaciones sobre estos temas se comparten a un cincuenta por ciento a favor del diálogo ciencia-fe, y cincuenta en contra. En cambio, en España el porcentaje es de noventa y cinco, frente a cinco, a favor de los contrarios a la Iglesia. Eso se debe no a los editores que publican esos libros, sino a quienes deberíamos leerlos que somos los propios creyentes, que no los compramos, y lo que es peor no los leemos ni en las bibliotecas. Libros como el de Dawkins, conocido contrario a la fe, se agotan en varias ediciones, sin embargo las publicaciones que hablan del diálogo entre fe y ciencia se aburren en las librerías, ni siquiera los creyentes las compramos.