Igueste, "un pueblo, por favor, no un barrio", es un lugar especial. Basta para percibirlo con visitar este rincón de Anaga una tarde de primavera, observar el peculiar tono gris de su mar y adentrarse en una finca cualquiera. Es el escenario del diálogo con "los raiders" (aventureros en inglés), un grupo de jóvenes que mantiene viva "la cultura del surf", parte de la forma de vida, relacionada con los ancestros y un rico pasado, de una gente que lucha por conservar sus símbolos.

José María, Camilo, Jesús "Portu" y Abraham tienen entre 29 y 34 años. Están entre el grupo de los 15 que cogen olas "todo el año" con sus boggies. Tanto estos como las camisetas que llevan son de diseño y comercialización propias. Lo primero es el "orgullo de ser iguesteros, pese a que vivamos o trabajemos -los que lo hacen- fuera. Pero siempre volvemos porque Igueste engancha. La imagen de pueblo perdido y aburrido hay que matizarla. En siete minutos estamos en San Andrés y en 25 en Santa Cruz", apuntan quienes son "una familia que comparte casi todo. Desde niños nos conocemos, nos cuidamos y nos queremos".

La población, con 760 vecinos censados, tiene su origen en Punta de Anaga, Las Casillas o Lomo Bermejo. Los primeros asentamientos se levantaron lejos de la costa por temor a los piratas. "Hay dos maneras de entrar aquí: el que llega y se integra, y el que se cree con derecho a todo. En otros sitios vamos a coger olas y no nos dejan ni bajar del coche", critican.

"Hay un sentimiento de abandono por el Ayuntamiento de Santa Cruz" y lo argumentan: "No hay nada para jóvenes ni mayores. Hemos ido hacia atrás". Surge el debate entre los que quieren seguir igual y los que exigen más y mejores servicios. Apuestan por compaginar lo nuevo con lo tradicional y siempre integrado en el paisaje. Con la tranquilidad de oír al perro, la rana o el gallo cuando amanece: "Aquí se vive a otro ritmo y que nos dure. Algo tendrá porque el que viene se queda. Será porque si pasas por una casa siempre te invitan a entrar y tomar algo".

"La mejor época para varar es de octubre a febrero, aunque no hay olas como antes", valoran. Recuerdan sus inicios a los siete u ocho años de la mano de David "el chino", Cuco "el guirre", Kaiser o Javielito. "Son referentes y esperamos serlo para los que vienen detrás, aunque respetábamos más a los mayores" bromean. Subyace ese respeto en los símbolos como la antigua estación de señales El Semáforo, "que deberían rehabilitar".

Recuerdan "ir en monopatín hasta San Andrés o hacer gancho: si pasa alguien de Igueste no hace falta hacer dedo porque te lleva". Una parada gastronómica para mencionar la "tomatada", plato típico de tomate, cebolla, huevo azúcar o sal. O las "papas sorpresa", cuya receta es un secreto.

El Príncipe Haineto que da nombre a la asociación vecinal existió y en la zona se libró una batalla entre guanches y castellanos. "Por aquí anduvo también el pirata Cabeza de Perro, según la tradición oral", apostillan. De pasada se toca lo sobrenatural: "Algo hay porque el paisaje se presta a leyendas de brujas o esoterismo". El padre de Camilo trabajó 20 años en el cementerio, "el único de España donde se lleva la caja al hombro porque no hay carretera, aunque se disfruta de las mejores vistas de Santa Cruz. Siempre me decía que tuviera más miedo a los vivos que a los muertos".

Son "apolíticos" aunque reivindican al fallecido concejal (y barbero) Manuel Vera porque "puso a Igueste en el mapa". Antes de la despedida, al estilo "Callejeros", un apunte: "Nuestros camaradas y sus nombres de guerra son Chutillo, Tana, Tami, Justin, Pololo, Javier, Bubi, Eric, Tavo y Juan José". Espíritu "raider" y orgullo iguestero en estado puro.

El localismo. Es un rechazo que surge de un ecologismo puro contra "el de fuera que no respeta, que no entiende ni lo que significa la ola de Igueste, que impide la competición. Vienen, entran donde no deben, rompen o roban, y eso no puede ser".