Por razones que no vienen al caso, tuve que acompañar a un familiar al Hospital Universitario de la Candelaria, antes La Residencia, a través del servicio de Urgencias. Es la segunda vez que he estado allí en mi vida y siempre por cuestiones ajenas, afortunadamente. Pero lo que vi me trasladó a Zambia, o quizá a Nigeria, o a cualquier país del Tercer Mundo. Llegas y no hay donde aparcar. Es decir, un hospital de cientos de camas no dispone de estacionamientos. El coche lo tienes que dejar al cuidado de unos indocumentados con chaleco amarillo, en un descampado cercano o en una calle adyacente, lugares en los que se forma un colapso indigno de servir de algo a quienes acuden, preocupados, malhumorados y temerosos, a un centro asistencial. Es decir, se construye un hospital sin aparcamientos, lo que se da de bruces con cualquier sentido elemental de la arquitectura moderna. Ni siquiera se licitan para que los construya un privado. Nada, a la mierda el usuario, que tiene que tragar con lo que le echan. Vaya sanidad tercermundista y absurda, que cacareamos como gallinas cluecas diciendo que es la mejor del mundo. Porque lo de fuera también es la sanidad, no sólo lo de dentro.

2.- Llegas a Urgencias y el espectáculo es deplorable. Gente esperando por fuera, gritos desgarradores de familiares a los que se les ha muerto un ser querido y una sala de espera, a la que dirigen a los deudos, que literalmente huele a patas. Todo sorroballado, unos que entran y otros que salen, camillas que tropiezan con los ciudadanos y ciudadanos que tropiezan con las camillas. Ah, y naturalmente el triste espectáculo de ver enfermos en los pasillos esperando una habitación. Les aseguro que si yo mandara algo en Canarias (menos mal que no mando nada) pondría en la puta calle, hoy mismo, a los responsables de la sanidad pública. Por inútiles y por troncos, que viene a ser más o menos lo mismo.

3.- Y luego está el tuteo, el trato de "abuelo" o de "abuela" a las personas de edad y el confianzudeo que va in crescendo a medida que el enfermo mejora, porque parece que el confianzudo va ganando derechos poco a poco. Terrible. Si un médico del Monte Sinaí, de la clínica Mayo o de los hospitales Quirón entraran por esa puerta le daría un infarto del susto y tendrían que atenderlo entre aquel tumulto. Estuve allí poco más de una hora y vi de todo; pero de todo. Y como no estoy acostumbrado a nada de esto lo cuento aquí, a ver si se trata de la norma de la casa o fue que los cogí en un día malo. Aquello no es digno de un país desarrollado, orgulloso de su sanidad pública y amante de la comodidad. Aquello es una auténtica, total y absoluta mierda. (La calidad asistencial se la supongo).

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