Hay ciudadanos que llevan tantos años dedicados a la política que confunden las instituciones con sus propias casas. Es un mal generalizado en los partidos nacionalistas, que terminan adueñándose de las administraciones a las que pertenecen, dañando con ello a la noble actividad política. Parece mentira que en pleno siglo XXI tengamos que estar atentos a que consignas partidistas no vengan a suplantar a toda una comunidad autónoma española, y a sus instituciones, símbolos y celebraciones, que nadie puede pretender utilizar impunemente para su propio beneficio. Tenemos un sinfín de ejemplos para ilustrar estas afirmaciones, a los que se añade ahora la perversa utilización del Día de Canarias, una festividad de todos, cuyo lema pretendían que fuera el mismo que ya empleó Coalición Canaria en alguno de sus congresos. Escasa originalidad, adoctrinamiento y un concepto patrimonialista de la política que hasta sus socios en el Gobierno regional se han apresurado a criticar. Aunque ahora intentan enmendar este error, se les ha visto el plumero. Y mucho. ¿Acaso pensaban, como el mal estudiante, que no les iban a pillar? Cuando se es capaz de hacer eso, cabe pensar que se pueden hacer cosas peores.

El resultado ejemplifica las chapuzas a las que nos tiene acostumbrados una facción de la formación nacionalista, que demuestra hasta qué punto pretende confundir las acciones de gobierno con las de partido. Un desliz que, unido al "basta, España", sólo comete quien ya no está respaldado ni por su propia formación política.

No sabemos quién asesora a Rivero, pero debería replantearse el flaco favor que le está haciendo. No está de más recordarle que Canarias nunca ha sido nacionalista, y que la candidatura que encabezó recibió el varapalo unánime del Archipiélago en las últimas elecciones generales. Esa política de titulares rimbombantes y vacíos, en la que toda la culpa la tienen los demás -ahora toca el Partido Popular-, y cuando no, la Unión Europea, es una mala técnica que está quebrando la confianza de los canarios, que en un 80% suspenden su gestión, y ofrece una pésima imagen de las Islas.

Las soluciones que necesitamos son nacionales y europeas, nunca nacionalistas. Así lo evidencian los millones de euros que obtenemos en transferencias del Estado, nuestra participación en la Política Agrícola Común, el Fondo Social Europeo o los Fondos de Cohesión, así como los que tenemos asignados por ser región ultraperiférica, condición resguardada gracias al Gobierno de la nación y a nuestros eurodiputados, ninguno de ellos nacionalista, por cierto. Por no hablar de nuestra participación en el Fondo de Liquidez Autonómico, que desde el pasado año nos ha aportado más de 1.200 millones de euros, o los más de 500 millones del Plan de Pago a Proveedores, a los cuales tenemos derecho por ser españoles.

Intentar utilizar una festividad de todos los canarios en beneficio propio es vergonzoso, abyecto y demostrativo de la falta de lealtad institucional en la que algunos viven instalados. Paulino Rivero y sus asesores parecen estar poseídos por un espíritu mesiánico y megalómano que les lleva a creerse propietarios de las instituciones a las que han accedido democráticamente, pero se olvidan de que han de servir a todos los canarios por igual. Este tipo de localismos empequeñecedores son fuente inagotable de conflictos, conllevan adoración ciega a iconos que solo habitan en la mente de sus creadores, afanados en ver amenazas inexistentes. España es un gran país en el que todos hemos sabido convivir siempre, pero aun quedan personas que siguen sin comprender que valemos más juntos que separados.

Celebremos el Día de Canarias con la lealtad y el orgullo de ser canarios, españoles y europeos, preservando las peculiaridades de las que nos sentimos orgullosos.

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