Marruecos comienza a atraer en los últimos dos años a profesionales españoles cualificados, en un fenómeno que, sin ser masivo, rompe algunos tópicos sobre las vías de la emigración y las oportunidades laborales.

Por sí solas, las cifras no son demasiado elocuentes: los españoles expatriados por sus empresas han pasado de 1.637 en 2010 a 2.660 en 2012; mientras que los dados de alta en la Seguridad Social marroquí (con un contrato en regla en una empresa local) sumaban 3.140 a fines de 2012.

Tampoco los registros consulares recogen subidas espectaculares, ya que los españoles inscritos en los siete consulados en el país han pasado de 7.740 en 2010 a 8.115 en 2012, aunque fuentes diplomáticas españolas calculan que hay unos 5.000 españoles residiendo en Marruecos sin estar inscritos, saliendo cada tres meses del país y renovando así visados turísticos.

En realidad, y según todas las fuentes consultadas, es la cercanía entre los dos países la que está permitiendo que numerosos españoles, sin desvincularse legalmente de su país -son muchos los que no se dan de baja en el padrón municipal, y algunos siguen pagando la Seguridad Social española-, prueben fortuna en Marruecos.

Llama la atención que el país africano ofrezca ahora oportunidades en sectores de cierta cualificación, como la alta restauración, la arquitectura o la enseñanza de lenguas, entre otros, donde los sueldos pueden ser mayores que en España y -lo más importante-, hay mayor demanda laboral.

Recientemente, un reportaje de la cadena marroquí Medi 1 TV titulado "Marruecos ¿nuevo Eldorado para los españoles?", se hacía eco de los vecinos del norte que están invirtiendo la vía clásica de la emigración.

Empresarios marroquíes de gremios como la hostelería o la enseñanza han comentado la abundancia de currículums que les envían desde España personas desempleadas dispuestas a venir a trabajar a Marruecos por sueldos que antes parecían bajos, un interés que no pasa forzosamente por los canales clásicos de las cámaras de comercio.

En un lujoso restaurante de la periferia de Rabat, mirando al Atlántico, trabaja desde hace unos meses Miquel, cocinero catalán, por el equivalente a 2.000 euros netos (y la promesa de un contrato legal) que le dan "para vivir como europeo sin grandes despilfarros", teniendo en cuenta que con ello envía una pensión a su hija y paga un apartamento que en Marruecos es de alta gama.

Lo más curioso es que Miquel ha sido contratado sin hablar ninguno de los idiomas usuales en Rabat (árabe o francés) -"la cocina no tiene idioma, mis platos hablan por mí", dice-, lo que demuestra que la demanda de profesionales en ciertos ámbitos supera incluso las barreras lingüísticas y las oportunidades llegan rápidamente, en cuestión de semanas.

Parecido el caso de Pablo, un arquitecto madrileño de 47 años que no podría soñar con encontrar un empleo en su ámbito en España y aquí trabaja en uno de los estudios punteros de Casablanca por 16.000 dirhams (unos 1.500 euros) como mánager supervisor de proyectos.

"Aquí hay déficit de arquitectos", reconoce Pablo, al que le costó muy poco encontrar su empleo, pero le está costando más concretar un aumento salarial acorde con su gran responsabilidad, así como la plena regularización (hasta ahora solo cuenta con un seguro médico).

Han ido apareciendo restaurantes españoles (en Tánger y Casablanca, principalmente) donde estos profesionales, en su mayoría hombres que emprenden la aventura solos, se dan cita y comparten sus experiencias; en Rabat, se ha institucionalizado una cita semanal en un restaurante que intenta reproducir el ambiente de un "bar de cañas", aunque las cañas tengan precios de champán.

Otros profesionales, como Maribel, de 53 años, han recalado en Marruecos dándole una vuelta a su profesión: su licencia de lengua y literatura árabe no le ha proporcionado trabajo en España, pero lo ha encontrado en Marruecos como profesora de español, lo que le permite "vivir mejor que lo que viviría en España".

De todas formas, Maribel alude a una cuestión recurrente: se queja de moverse "dentro de una burbuja, ya que integrarse es muy difícil", debido entre otras cosas "al peso de la religión", que siente que cada vez es mayor en los años que lleva en el país.

Para Pablo es aún más duro, dado que es homosexual, "salido del armario" hace muchos años en España, pero en Marruecos ha tenido que volver a ocultar su condición dado que es una cuestión socialmente tabú y las prácticas homosexuales se castigan incluso con la cárcel.

Los casos profesionales de Miquel, Pablo o Maribel son abundantes y no hay cifras que traduzcan la amplitud del fenómeno: sin embargo, el ministerio del Interior marroquí llamó la atención el pasado viernes sobre el "número creciente de europeos" (entre los que citó expresamente a españoles y franceses) que se instalan en Marruecos para trabajar y residir.

El ministerio instó a todos estos profesionales a cumplir con la legalidad y formalizar todos los requisitos, aunque con frecuencia son las empresas locales las que dan largas a sus contratos en un país donde la economía tiene todavía un alto grado de informalidad.