Quiere el PSOE que el conflicto de Gibraltar se dilucide en el ámbito de la UE. Algo en lo que coincide el primer ministro británico, el ínclito señor Cameron. Eso sí, proponen los socialistas que se aplique en Bruselas la doctrina de la ONU. Pretensión difícil porque los ingleses, pese a su postura siempre euro escéptica, cuentan con más apoyos en el Viejo Continente que los españoles. No están en Europa, sin embargo, los principales aliados de los "britis" en este asunto. Están en España.

He leído estos días que el Gobierno de Rajoy utiliza el conflicto de Gibraltar para desviar la atención del caso Bárcenas. Otras plumas van un paso más allá y hablan de que a los gobiernos del PP, sean cuáles sean, les entra cada verano el síndrome de la reconquista. Cada cual que piense lo que le parezca. Lo triste -lo dije el otro día y lo repetiré cuantas veces sean necesarias- es que confundamos un Gobierno, sea cual sea su signo político, con el país. Al margen del oportunismo -o no- del PP en el litigio del Peñón, hay hechos objetivos que justifican arropar al actual Ejecutivo al margen del señor Bárcenas y de la corrupción política. Hay motivos de sobra para criticar al PP. Las explicaciones de Rajoy sobre los sobresueldos no han convencido a nadie simplemente porque no son convincentes en sí mismas. Por ahí, nada que objetarle a los objetores.

Entramos en un terreno distinto, en cambio, cuando hablamos de Gibraltar. Es muy lícito en un país democrático que cada cual se posicione en el bando que más le guste. Incluso en el bando de denostar a su propio país para apoyar a otro. Esas actitudes pueden disgustarnos a algunos -en realidad les disgustan a muchos-, pero hay que aceptarlas. Lo criticable es la tergiversación de unos hechos objetivos. Los ingleses, ya sea con Cameron de premier o con cualquiera, siguen creyendo que el mundo en general y Gibraltar en particular son posesiones a las que tienen legítimo derecho. Ateniéndonos únicamente al Tratado de Utrecht, los ocupantes del Peñón no tienen derecho a aguas territoriales. Ni siquiera lo tienen a ocupar el istmo en el que han construido uno de los aeropuertos más singulares del mundo, pues hay que cortar el tráfico de vehículos para que aterricen o despeguen los aviones. Me pregunto si la IATA le hubiese permitido eso a otro país que no fuese Gran Bretaña; a España, sin ir más lejos.

En unas aguas que no son suyas han inutilizado los ingleses gibraltareños, guiados por un señor llamado Picardo que ha llegado a mandamás de la colonia usando su odio atroz a España, un caladero que usaban los pescadores de la zona con artes tradicionales y totalmente sostenibles. No contentos con eso, están construyendo un enorme puerto deportivo también en esas aguas que no son suyas. Todo ello por no volver a mencionar el blanqueo de dinero, la domiciliación fraudulenta de empresas, el contrabando, etcétera.

¿Controles? ¿Por qué no? ¿Es que no les piden los ingleses el pasaporte a cualquier europeo que se acerque a sus fronteras? Ah, la desproporción; claro que sí. Pero la de los controles, no la derivada de la política de hechos consumados. Verbigracia, los bloques de hormigón. Algo que olvidan muchos detractores del Gobierno de Rajoy.

rpeyt@yahoo.es

uiere el PSOE que el conflicto de Gibraltar se dilucide en el ámbito de la UE. Algo en lo que coincide el primer ministro británico, el ínclito señor Cameron. Eso sí, proponen los socialistas que se aplique en Bruselas la doctrina de la ONU. Pretensión difícil porque los ingleses, pese a su postura siempre euro escéptica, cuentan con más apoyos en el Viejo Continente que los españoles. No están en Europa, sin embargo, los principales aliados de los "britis" en este asunto. Están en España.

He leído estos días que el Gobierno de Rajoy utiliza el conflicto de Gibraltar para desviar la atención del caso Bárcenas. Otras plumas van un paso más allá y hablan de que a los gobiernos del PP, sean cuáles sean, les entra cada verano el síndrome de la reconquista. Cada cual que piense lo que le parezca. Lo triste -lo dije el otro día y lo repetiré cuantas veces sean necesarias- es que confundamos un Gobierno, sea cual sea su signo político, con el país. Al margen del oportunismo -o no- del PP en el litigio del Peñón, hay hechos objetivos que justifican arropar al actual Ejecutivo al margen del señor Bárcenas y de la corrupción política. Hay motivos de sobra para criticar al PP. Las explicaciones de Rajoy sobre los sobresueldos no han convencido a nadie simplemente porque no son convincentes en sí mismas. Por ahí, nada que objetarle a los objetores.

Entramos en un terreno distinto, en cambio, cuando hablamos de Gibraltar. Es muy lícito en un país democrático que cada cual se posicione en el bando que más le guste. Incluso en el bando de denostar a su propio país para apoyar a otro. Esas actitudes pueden disgustarnos a algunos -en realidad les disgustan a muchos-, pero hay que aceptarlas. Lo criticable es la tergiversación de unos hechos objetivos. Los ingleses, ya sea con Cameron de premier o con cualquiera, siguen creyendo que el mundo en general y Gibraltar en particular son posesiones a las que tienen legítimo derecho. Ateniéndonos únicamente al Tratado de Utrecht, los ocupantes del Peñón no tienen derecho a aguas territoriales. Ni siquiera lo tienen a ocupar el istmo en el que han construido uno de los aeropuertos más singulares del mundo, pues hay que cortar el tráfico de vehículos para que aterricen o despeguen los aviones. Me pregunto si la IATA le hubiese permitido eso a otro país que no fuese Gran Bretaña; a España, sin ir más lejos.

En unas aguas que no son suyas han inutilizado los ingleses gibraltareños, guiados por un señor llamado Picardo que ha llegado a mandamás de la colonia usando su odio atroz a España, un caladero que usaban los pescadores de la zona con artes tradicionales y totalmente sostenibles. No contentos con eso, están construyendo un enorme puerto deportivo también en esas aguas que no son suyas. Todo ello por no volver a mencionar el blanqueo de dinero, la domiciliación fraudulenta de empresas, el contrabando, etcétera.

¿Controles? ¿Por qué no? ¿Es que no les piden los ingleses el pasaporte a cualquier europeo que se acerque a sus fronteras? Ah, la desproporción; claro que sí. Pero la de los controles, no la derivada de la política de hechos consumados. Verbigracia, los bloques de hormigón. Algo que olvidan muchos detractores del Gobierno de Rajoy.

rpeyt@yahoo.es