El calor se lo lleva todo por delante. Fallan los móviles, falla la Internet y falla la puerta del garaje. Como todo es automático, uno se pone muy nervioso y no hay nada peor que ponerse uno nervioso a mi edad, que es la de los infartos. Así que ante la adversidad, labor. Buscar algo que hacer. Es difícil, con problemas en la Red. Llamo a averías y pregunto: "¿Puede ser del calor?" Y me responde, por una vez, un ser humano: "Puede ser". Así que el calor lo tumba todo y cuando falla una cosa las averías se producen en cadena. Cuando yo tenía la radio, fallaba un enlace, se caía la señal, se estropeaba la nevera y el ascensor no funcionaba. Era como una pesadilla, hasta que en un momento dado se restablecía todo y volvía la normalidad más absoluta. Una vez, mi móvil se empeñó en que yo no podía recibir mensajes. Podía enviarlos, pero no recibirlos. Fue el día en que se me averió el coche por fuera de la oficina, en el Puerto. Llamé a Mapfre para que me enviaran el mecánico y, como siempre, la compañía me atendió estupendamente, pero no recibí el sms de cuándo tenía que estar junto al coche para esperar la llegada del técnico. Y la que se armó. Casi cojo una insolación. Ellos me habían informado de la hora exacta de llegada, pero yo no recibí el mensaje.

2.- Cuando Julio Camba escribió "La ciudad automática" se refería a Nueva York. El solitario del "Palace" vivió allí mucho tiempo y se enamoró de una ciudad automática. Realmente Nueva York es así; a las doce en punto se desconecta la llave de tu habitación del hotel, el día de la salida. Si bajas a desayunar y llegas al cuarto a las doce y treinta segundos, una malhadada máquina te ha desconectado el mecanismo y ya no puedes entrar. Tienes que bajar a recepción para que te hagan una nueva, si quieren, porque a esa hora deberías haber pagado tu cuenta. La tarjetita para abrir la habitación es como el DNI para el hotel. Si llegas a la habitación y está la camarera dentro, ella no te dejará entrar sin comprobar, en el mecanismo de la puerta, que esa sea tu habitación y tú no seas un intruso que vaya a robar. Todo esto se ha copiado aquí.

3.- La ciudad es automática, el hotel es automático. En los alrededores del cuartel (o como se llame ahora) de la Policía Nacional de Santa Cruz, gracias a los inhibidores de frecuencia, hay momentos en los que no se pueden abrir con el mando las puertas de los coches estacionados en la calle. Hay que intentarlo varias veces. Esto es también propio de las ciudades automáticas. Si en los tiempos de Julio Camba (1882-1962) Nueva York era una ciudad automática, cómo será ahora, en la época de los móviles, con los que uno, incluso, accede al avión sin necesidad de otro documento. Somos esclavos de lo automático y eso ya no va a cambiar.

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