En la variada y extensa bibliografía sobre las verdaderas causas de la crisis actual, pocos autores se han centrado, en mi opinión, en el histórico conflicto capital-trabajo (lo que se ha dado en llamar "lucha de clases"). El motivo podríamos achacarlo a la atención que se ha puesto en la crisis financiera como supuesta causa única de la recesión. Eso ha desviado a los analistas del contexto económico y político que determinó y configuró la crisis financiera así como la económica, la social y la política. En realidad no se puede analizar cada una de ellas y la forma en que están relacionadas sin referirnos al conflicto capital-trabajo. Recuérdese que, como bien dijera Carlos Marx: "La historia de la humanidad es la historia de la lucha de clases". Y, sin duda, las crisis actuales que padecemos son un claro ejemplo de ello.

Pero, ¿cuál ha sido el verdadero origen de la crisis actual? Veamos: durante el periodo que siguió a la Segunda Guerra Mundial, la confrontación capital versus trabajo se minimizó gracias a un pacto entre los adversarios. Ese pacto determinó que los salarios, incluyendo el salario social (con aumento de la protección social basada en el desarrollo de los servicios públicos del Estado de bienestar), evolucionaban con el aumento de la productividad. Como consecuencia de ello las rentas del trabajo aumentaron considerablemente, alcanzando su máximo en la década de 1970 a ambos lados del Atlántico Norte.

A finales de la década de 1970 y a principios de los años 80, dicho pacto social se rompió como consecuencia de la rebelión del capital ante los avances del mundo del trabajo. La respuesta del capital fue el desarrollo de una cultura económica nueva basada en el liberalismo, pero con una mayor agresividad. Es lo que llamamos neoliberalismo, cuyo objetivo es recuperar el terreno perdido mediante el debilitamiento del mundo del trabajo. A partir de entonces, el crecimiento de la productividad no se produjo tanto en el incremento de las rentas del trabajo, sino en el aumento de las rentas del capital. Y esa respuesta, mediante el desarrollo de las políticas neoliberales (que constituían un ataque frontal a la población trabajadora), fue muy exitosa: las rentas del trabajo descendieron en la gran mayoría de países desarrollados.

Tales políticas fueron iniciadas en 1979 en el Reino Unido por la conservadora primera ministra Margaret Thatcher, y en 1980, en Estados Unidos, por el presidente Ronald Reagan. Y también fueron aceptadas como "inevitables y necesarias" por el gobierno socialista de François Mitterrand en Francia, en 1983, al sostener que su programa de clara orientación keynesiana (con el cual había sido elegido en 1981) no podía aplicarse debido a la europeización y globalización de la economía; postura sostenida por la corriente dominante dentro de la socialdemocracia europea conocida por la Tercera Vía, reflejada en España, y aquí en la colonia, a partir de 1982, por los gobiernos socialistas de Felipe Gonzalez.

La aplicación de estas políticas neoliberales, definidas como socioliberales, caracterizó a los gobiernos socialdemócratas de la Unión Europea. Todas ellas tenían como objetivo facilitar la integración de los países de la UE en el mundo globalizado, aumentando su competitividad, a base de estimular las exportaciones a costa de la reducción de la demanda doméstica, reduciendo los salarios. Una consecuencia de esas políticas fue que el aumento de la productividad no repercutió en el aumento salarial, sino en el aumento de las rentas del capital. Para alcanzar este objetivo, el desempleo fue un componente clave para disciplinar al mundo del trabajo. En todos esos países los parados aumentaron considerablemente.

Esta polarización de las rentas, con gran crecimiento de las del capital en detrimento de las del trabajo, es el origen de las crisis económicas y financieras. La disminución de las rentas del trabajo creó un gran problema de escasez de demanda privada; pero ésta pasó desapercibida como consecuencia de varios hechos: el primero, la reunificación alemana en 1990 y el enorme gasto público que la acompañó; y el segundo, el enorme endeudamiento de la población. Los créditos baratos concedidos por el sistema bancario retrasaron el impacto que el descenso de las rentas del trabajo tuvo en la reducción de la demanda. Luego, la implantación del euro nos llevaría a la actual "alemanización".

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