El Tenerife fue muy superior al Hércules durante la hora y media, antes y después de que Assulin perdiera la cabeza y dejara a su equipo en inferioridad. La expulsión se convirtió casi en una buena excusa para el equipo de Quique Hernández, que con 10 formó dos líneas de cuatro hombres y defendió con un repliegue descarado, pero que antes de esa tarjeta roja ya llevaba 38 minutos vagando por el Heliodoro en un ejercicio conservador, lejos de la intensidad, de la predisposición y del juego de un Tenerife con más hambre, con alma y deseo, que salió a buscar la victoria, con una alineación plagada de peloteros desde la posición Sanz hasta el área contraria.