Hay muchos artistas que hacen historia y otros más escasos que se ríen de ella. Julio Viera (Las Palmas de Gran Canaria, 1934), casado con la pintora Hannelore von Fürstenberg y con dos hijos (Natalia y Leonardo, también pintor) es un personaje inclasificable y ya lo consideran el último renacentista. En esta entrevista se debate entre lo divino y lo humano pero concluye sus últimas sentencias con humor: "No pienso volver a Canarias: volveré sin pensarlo". Al tiempo, revela que en lugar de caballete, utiliza al pintar "un camello para jorobar a la crítica cretina".

Sale de las islas en 1950. ¿Por qué?

Quería escaparme de la quemada España de 1950 y pico. Lo del pico va por el Teide, que es una bendita teta que amamanta a Dios, aunque nací en un lugar de cuyo nombre, al contrario que el cervantino Galdós, quisiera siempre acordarme: Las Palmas de Gran Canaria. Universal apoteosis; mi primera exposición mágica la celebré en el vientre de mi madre.

¿En qué mundos ha trotado?

Llamándome Viera, desde mi atalaya de grancanaria veía todo a vista de pájaro. Crucé el charco de polizón y la catedralicia Sagrada Familia de Gaudí me hizo creer firmemente en Dios. Jamás me he concentrado con tanta profundidad como en las minas de carbón de Bélgica, donde trabajé y escribí "El otro infierno", mi dantesco poemario. En los colosales testículos del monumental Atomium de la Exposición Universal de Bruselas (1958) exhibí mi obra cósmica. Puse así una pica en Flandes y pinté y modelé hermosas modelos rubensianas en lienzos y entre sábanas de Holanda. Luego residí 13 años en París: todas las escaleras conducen a Montmartre.

Pero vive en Baleares. ¿Cómo llegó allí?

Vine porque creo en las lentejas bíblicas. Tenía la necesidad paradisíaca de airear mi subconsciente y poner a la intemperie mental mis proyectos. Mallorca es un puente cultural, no se aísla de la universalidad mundana. Es para el residencial un trampolín cosmopolita. La oración de bienvenida me la dio la voz del santón Ramón Llull, el loco divino de la filosofía: amor, amor y amor. El genial beato Llull me dio el visado de fe y esperanzas azules... horizontes celestiales, cosmogónicos e infinitos.

¿Qué libros escogería de su biblioteca?

De mi encantador bosque literario me quedo con Cervantes, Quevedo, El Greco, Goya... Cada vez escriben y pintan mejor y son más modernos que nadie. Aunque no hay nada más surrealista que la Biblia.

¿Por qué esa devoción por Dalí?

Los bigotes de Dalí se han transformado en pinceles eternos que pintan espirituales tetudas mariposas. Dalí nunca morirá, aunque lo maten...

¿Y Picasso?

En mi juventud excéntrica reté a Picasso pintando en exhibición pública "El Ángel de Canarias", al mismo tiempo que cantaba mi manifiesto contra las tendencias abstractas. Llevaba en la solapa, como símbolo de una paleta de artista plástico, el caparazón-concha de molusco, con purísima nácar, que brillaba maravillosamente reflejando los colores mágicos del Arco Iris. La historia sabe que Picasso es el más discutido fenómeno artístico desde Henri Toulouse Lautrec hasta el presente. Y pasará mucho tiempo hasta que surja un nuevo ser de tal magnitud creadora.

¿De dónde saca su energía?

De tanto mirar a las palmeras he crecido, soy alto por contemplar las estrellas del cielo y me da delirio mi grandeza. Desayuno dátiles, gofio, plátano, té con limón y miel.

Hizo cine con "La resurrección de Rasputín". ¿Cómo le fue?

Era una muestra surrealista y una película metafísica con visiones mágicas de París y Moscú que entusiasmó a André Breton, mi vecino en la Rue Fontaine, Place Blance. La cinta tiene la línea argumental fantástica conmigo como principal personaje: el pintor Montediablo. También Cantinflas me sirvió de trampolín a la popularidad en Méjico: me brindó una excelente presentación para un serial televisivo de mi película surrealista "¡La cucaracha ya puede caminar!", que tuvo una agradable aceptación pública por la originalidad y simpatía de guión y argumento, a caballo entre la sátira, el humor y la poesía. Todo el film era disparatadamente armonioso y como ya se adivinaba, yo era el primer actor.

¿Cuándo empezó su carrera de actor?

En 1956, cuando John Huston visitó Las Palmas de Gran Canaria con la Warner Bros para rodar las más espectaculares escenas de "Moby Dick", con guión de Ray Bradbury sobre la afamada novela de Herman Melville. Allí doblé a Gregory Peck, al que el buen canario ocurrente apodaba Gregorio Pérez, como a Juan XXIII le llamábamos con sincero cariño "Juanito Quinielas". Al final hubo fiesta en el Hotel Santa Catalina con champagne francés y sensuales mujeres hermosas hasta despuntar el alba. Y los americanos alzaron el piano de cola como un cáliz y lo lanzaron contra la escalera principal ¡Se creían que estaban luchando con un cachalote! Los gastos suplementarios se resolvían con montones de dólares.

¿Qué le queda por hacer?

Yo sólo quiero que me traten como si fuese extranjero. Si en vez de caballete utilizo un camello es para jorobar a la crítica cretina, aunque yo no quiero que me comprendan, sino que me compren. De los galardones honoríficos no me fío: hasta los chorizos tienen medallas. Ahora llevo entre manos una gran obra: su magnitud solo la podrá medir el tiempo (un siglo menos en Canarias).

¿Volverá al archipiélago de su infancia?

Existen canarios que se enjaulan en sus islas y otros que vuelan lejos pero nunca se aislan, como yo, con visión amplia y generosa, sin limitación terruñera. Mi canariedad es universal y cosmogónica. Para las galdosianas intrigas, no pienso volver a Canarias: volveré sin pensarlo.

Si no lo Viera, no lo creyera

Autodidacta hasta la barba, Julio Viera estudió sin embargo en la Escuela Luján Pérez y fue discípulo de Salvador Dalí, que lo llamaba "Sansón del Arte Moderno" y no sólo por sus casi dos metros de altura. Picasso lo nombró en París "Nuevo Rasputín" y "Reencarnación de Moisés" y el premio Nobel Miguel Ángel Asturias le prologó un libro donde lo etiqueta de "Salvaje Perfecto y Galán". Y así toda su vida.

Para vivir fue minero y para soñar se convirtió en pintor, orfebre y escultor de joyas, escritor, músico, poeta, cineasta, actor... Sus retratos llevan cuello de cisne como los de Modigliani y en su estanque pasean los Duchamp, Kandinsky, Klee, Ernst, Falla, Tamayo... Y entre los canarios: Domínguez, Millares, César Manrique, Felo Monzón, Plácido Fleitas... Junto con Cristino de Vera es el único pintor que han entrado en la Pinacoteca Vaticana y él lo hizo con dos lienzos: "El Cristo negro" y "El Cristo del Atlántico".

Rafael Alberti le escribió: "Espantas al estrafalario esperpento y eres Medium del estandarte del Arte" y Arrabal le dijo: "Solo tú sabes dar el "Do" de pecho en la "ópera Pánica" del Universo". El marchante Keinweilher proclamó en París: "después de Picasso ha sido Viera el genio más temperamental que ha vibrado en Montmartre" mientras Jean Cocteau exclamaba: "Viera es un loco que se cree Julio Viera".

El sabio humorista Pitigrilli advirtió: "A julio Viera no le deis consejos. Él sabe equivocarse solo". Y Camilo José Cela, al verlo por vez primera, concluyó: "Escúchame Viera: eres bien plantado, muy alto, tienes personalidad y estilo, eres destacable artista, joven y famoso. Todo esto nadie te lo perdonará. Tendrás esa tara toda tu vida".

Con un sentido del humor desbordante y una personalidad a prueba de aburrimiento, cuando Dalí le llamó para verlo en su casa de Mallorca solo le puso una condición: que entrase de rodillas por el quicio de su puerta. Y Dalí, al que le gustó el reto, se arrodilló.