"Un artista en Cuba ha tenido que aprender a rodear el embargo; se ha movido durante más de medio siglo en una escena underground para tratar de sortear el obstáculo que supone tener como enemigo a los Estados Unidos". A partir de esta idea nace una conversación con Pancho Amat (1950), guitarrista y tresista nacido en La Habana que esta noche, a las 21:00 horas, participa en el XXXV Festival Sabandeño. La cita tendrá lugar en la plaza del Cristo de La Laguna y reunirá junto a los Los Sabandeños a los integrantes de los grupos canarios Troveros de Asieta y La Trova y a los asturianos de Vuelta Abajo.

¿Confía en ver a su Cuba natal liberada del embargo?

Cuba no tiene que recuperar su libertad, más bien son los Estados Unidos los que tienen que acabar con esta opresión. Las puertas de nuestros los hoteles están abiertas a los turistas estadounidenses, pero es su gobierno el que no deja que viajen a Cuba.

Pero eso no tiene sentido en un mundo global que presume de no tener fronteras, ¿no?

Cada año se hace un consenso de la opinión mundial en torno a este embargo y todo el mundo vota en contra excepto Estados Unidos e Israel, o Israel y Estados Unidos porque el orden en el que los cite no es demasiado importante. No existe un país en el mundo que haya sido repudiado con tanto odio durante más de sesenta años.

¿Hay relevo artístico en la isla?

Eso no para nunca y, a pesar de los obstáculos que nos ponen, en Cuba hay un embargo, pero no un aislamiento artístico ni cultural. Los cubanos estamos al tanto de lo que ocurre en el mundo porque, entre otras cosas, somos un país que exporta mucho talento. No es muy difícil hallar en una orquesta de nivel internacional a un violinista que se haya formado en una de nuestras academias. Ese ir y venir de los músicos se conserva hoy en día con las mismas garantías que existían antes de la Revolución. Ese flujo migratorio es vital para difundir al exterior el estado en el que se encuentra la música cubana.

¿Cuesta mucho mantener vivo ese flujo migratorio del que usted habla?

Los músicos en Cuba siempre nos lo hemos sabido agenciar para encontrar una salida cuando una puerta estaba cerrada... Un artista puede venir a trabajar al primer mundo durante dos años, estar en Holanda transmitiendo y asimilando unos conocimientos, y volver a Camagüey cuando él quiera. Ese tránsito fortalece a la música cubana y la mantiene a tono con el resto de la humanidad.

Personajes de la cultura cubana tradicionalmente han tenido que decidir entre quedarse o salir al exterior; ¿esas "disputas" son buenas para el mundo del arte?

Yo no creo que sean disputas; más bien son decisiones... El ser humano es más de donde encuentra su espacio que de donde le tocó nacer. Tchaikovski, por ejemplo, era ruso y su espacio lo tenía en Francia, Chano Pozo encontró el suyo en Nueva York, Pérez Prado halló su área de influencia en México y Machín en España. Machín es mucho más a la cultura española que lo que es a la cultura cubana porque cuando él salió de Cuba su espacio lo ocuparon los otros 50 machines que estaban allí. La disputa es un absurdo. Si uno es capaz de localizar un espacio en otro lugar y se siente bien en él, quédate ahí. Nunca hay que olvidar que el arte no tiene patria, pero el artista sí... El hecho de que un artista viva en otro país no significa que este denigra a su cultura natal.

Cuando se toma una decisión tan difícil hay que estar convencido de la posición en la que está cada uno. ¿Usted lo estaba en el momento de quedarse en Cuba?

Mi caso es muy sencillo. En lo afectivo, yo era el único hijo de mi familia y sentía que tenía una responsabilidad con mis padres. Mi personalidad es igual de tradicional que mi música; me cuesta mucho estar lejos de mis raíces. En lo profesional tengo más dificultades, ya que un violinista cubano puede encajar en la sinfónica de Vigo, pero siempre es mucho más complicado que un tresero pueda ser contratado por una orquesta sinfónica.

¿Hasta qué punto ha tenido que ver la genética familiar para que su hijo Daniel se convirtiera en un pianista?

Supongo que algo ha influido... Tengo otro hijo que es bajista, pero mi padre no era músico. Durante mi etapa en la Escuela Primaria me llevé algún que otro castigo por culpa de la música. Yo era un estudiante aplicado, pero pedía salir al baño en medio de una clase y me iba a los pasillos a escuchar la música que se impartía en otros cursos. Una hora a la semana no era suficiente para mí. Un día el director mandó a llamar a mi padre y le contó: "No quiero que castigues al chico, pero este te salió músico".

¿Un artesano de la música como usted lo tiene más fácil a la hora de moverse en una industria del disco que parece estar viviendo un final de ciclo?

Comercializar el arte está muy confuso. El disco de acetato tuvo una vida útil de entre dos décadas y media y tres, el "casette" estuvo vigente otras dos y el cd no se sabe aún lo que va a durar... Vivimos en medio de una revolución tecnológica que no propicia realizar una inversión económica en un proyecto que te transmite dudas a la hora de recuperar el dinero que se ha puesto en él. El músico de hoy debe salir adelante por cuenta propia, poner su obra en contacto con el público y esperar a ver qué pasa.

¿Los actuales criterios de las discográficas "castigan" más a los proyectos de calidad en favor de los más comerciales?

Ahora se apuesta por aquellos productos a los que se les puede sacar un rendimiento económico desde el primer segundo. Eso no significa que ese proyecto tenga unos criterios culturales dignos... En la música actual existe mucho mediocridad, pero es cierto que no queda más remedio que trabajar en esa dirección ya que la alternativa es no hacer nada.

¿Que supone para Pancho Amat estar hoy en el Festival Sabandeño?

Yo conozco el placer que es tocar con Los Sabandeños porque tengo alguna colaboración con ellos. Esa sensación la estoy experimentando ahora con los componentes de Troveros de Asieta. La discografía de Los Sabandeños es abrumadora y su calidad tiene fama mundial.