Fatigado pero feliz. Así se muestra José Brito, el montañero chileno afincado en Tenerife que este verano viajó a las montañas del Cáucaso en el sur de Rusia para coronar la cima del techo de Europa: el monte Elbrus, un pico situado a 5.642 metros sobre el nivel del mar, a cuyos pies se extienden numerosos valles y glaciares.

Su solitaria expedición se inició con el viaje desde Tenerife a Moscú, desde donde se trasladó a las montañas del Cáucaso hasta llegar al aeropuerto de Mineralnye Vody. Aquí comenzó para él el desplazamiento terrestre, cinco horas de viaje por vastas llanuras "sembradas de maíz, girasoles y papas". Al adentrarse en los valles montañosos, precisa, fueron apareciendo de forma regular los controles militares, "ya que la zona del monte Elbrus es una zona de conflicto limítrofe con Georgia".

Una vez en Cheget, en el valle de Baksan, "me instalé en un pequeño lodge de montaña donde tuve la oportunidad de conocer más montañistas y guías locales". En ese lugar "probé mis equipos (paneles solares y baterías) que en lo sucesivo me iban a permitir mantener una fluida comunicación con España y con Chile".

"Bendita tecnología", reconoce Brito, pues "cuando tenía acceso a alguna red me maravillaba ver que había no uno sino mas de 150 mensajitos al día de todas partes en Facebook, muchísimas visitas en el blog, realmente pude relatar la expedición paso a paso casi en tiempo real. ¡Fue increíble!"

Su primera intención fue acometer la cumbre del Cheget al día siguiente, pero la guardia fronteriza de Rusia había informado de que había posibilidades de ampliar la zona de frontera en aquellos días, lo que podía complicar su plan de aclimatación.

Finalmente, el 22 de agosto, sin que se hubiera ampliado la zona fronteriza, "hice cumbre en el monte Cheget, de 3.600 m.s.n.m.". Era la piedra de toque para afrontar el Elbrus.

Desde allí pudo ver, orientado a Georgia, "la magnificencia del monte Donguzorum, su enorme glaciar colgante y la laguna Donguz-Orunbashi de verdes aguas turquesa... Hacia el norte, por momentos, el Elbrus me regalaba una sonrisa y se volvía a ocultar tras las nubes, pero me da el tiempo necesario para hacerle fotografías".

Durante todo este tiempo, prosigue, "he tenido la suerte de conocer más personas que intentarán la cumbre del Elbrus y puedo compartir con ellos varios trekking y trabajos de aclimatación", de modo que "sucesivamente logramos ascender hasta la cota 4 200 y posteriormente hasta los 5 .150 metros sobre el nivel del mar. Me siento muy bien, me aclimato rápido y el tiempo se porta genial".

En la tarde del día 25 les sorprendió una tormenta eléctrica con nieve y viento, lo que provocó que en el campo base, Barrels, se juntara bastante gente a esperar mejores condiciones para intentar la cumbre. Brito aprovecho la circunstancias para seguir aclimatando, probando sus equipos y haciendo amigos, "los amigos de montaña", que comparten con sus pares las mismas vivencias y perspectivas.

El día 27, a la una de la madrugada, Brito y sus compañeros iniciaron el ataque a la cumbre desde Barrels. El tiempo no había mejorado mucho pero se esperaba, según el pronóstico, un clima algo más benigno para la tarde siguiente.

Es así, recuerda, "como salimos varios grupos esa jornada, organizados y con las ganas y el corazón puesto en la cumbre. El desnivel que sorteamos aquella madrugada fue de 1.700 metros, lo cual a esa altitud se deja sentir y más con tan bajas temperaturas y viento (-20 grados)".

Brito atestigua que varios montañistas desistieron debido a las agotadoras condiciones y, "entre la oscuridad, la ventisca y la incertidumbre", relata, "los veo volverse apenas alumbrados por sus lámparas frontales ... Al aclarar veo el reducido grupo que queda aun avanzando lentamente y sigo en mi empeño , un paso tras otro, como en cámara lenta pero constante, el viento sigue soplando y levanta finos trozos de hielo que nos golpean con fuerza".

Finalmente, después de diez horas y media de ascensión, Brito y sus compañeros alcanzan la ansiada cumbre a las 11:30 horas.

"Es muy difícil -dice- describir con palabras lo que se siente después de poner tantas ganas y ver la meta casi cumplida (digo casi pues aun quedaba regresar, cosa que muchas veces es más difícil que llegar por el cansancio a que has estado sometido durante tantas horas) pero, en fin, nos invadió una gran felicidad". Un momento de dicha inexpresable que se prolongó durante los quince minutos en que el Elbrus, la antigua montaña donde Prometeo desafío a los dioses, permitió que otros hombres temerarios lo enfrentaran con su mirada.