El cerebro necesita de uno a cinco días para readaptarse a los horarios tras las vacaciones, dado que los descansos prolongados acentúan las alteraciones en el sueño y en el estado de ánimo y los más afectados por esta situación son los lactantes, los menores de cinco años y los ancianos.

Estas afirmaciones las ha realizado la doctora en psicología clínica y profesora de los Grados en Maestro de Educación Primaria e Infantil de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR) Blanca Tejero, para quien el comienzo del curso escolar y laboral permite la recuperación de la rutina, con horarios que ponen orden en las vidas de los niños y de los adultos.

Ha añadido, a través de una nota de la UNIR, que las vacaciones suponen un punto de inflexión en la vida laboral y personal, pero hay personas que sufren de forma extrema volver al trabajo, a las aulas o a las actividades cotidianas tras un periodo de descanso.

"El cambio de horario y el final de las vacaciones acentúan alteraciones en el sueño y en el estado anímico", ha subrayado Tejero, para quien el cerebro necesita entre uno y cinco días para readaptarse a los horarios después de los cambios de hora y de las vacaciones, y, como consecuencia de ello, se pueden observar cansancio, alteraciones en el sueño y en el estado anímico.

Para ella, "este desajuste se produce por un cambio en los niveles de hormonas en el hipotálamo, un reloj biológico interno que adapta este proceso" y que indica, por ejemplo, los tiempos de relajación, hambre, sed, necesidades fisiológicas, interpretación de motivaciones y la sensación de plenitud.

También regula la secreción de las neuronas melatonina, que se encarga de iniciar y regular los procesos de sueño y vigilia, y serotonina, que está implicada en el estado anímico y la vitalidad de las personas.

Tejero ha asegurado que no afecta de la misma manera los cambios de horarios, pero cree que la mayor afectación a personas mayores se debe a que su ciclo sueño-vigilia suele estar alterado y carecer de sincronizadores sociales que facilitan que se puedan adaptar al cambio de hora.

Ha añadido que, en el reloj biológico de los niños, por su dificultad de compresión de la nueva situación, les indica que se acuesten y levanten a la misma hora que lo hacían hasta ese momento.

A ello ha sumado que la afectación no es tan grande en jóvenes y adultos porque son capaces de comprender qué cambios se producen y pueden acomodarse a la hora que marca el reloj externo para realizar las distintas actividades.