Juan Carlos Batista es uno de esos artistas sin pelos en la lengua que suelen escasear, sobre todo en época de vacas flacas. Su discurso directo y contundente no recurre a subterfugios a la hora de expresar lo que siente, y lo hace de una manera tan arrolladora que noquea al que lo escucha a base de verdades como puños sobre aquello que más conoce: el negocio del arte.