Tras el éxito de "Llámame Brooklyn" y "El ladrón de mapas", el escritor español Eduardo Lago, que vive en Nueva York desde hace 25 años, desenmascara en "Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee" la novela oculta de "El original de Laura", de Vladimir Nabokov.

Eduardo Lago ha explicado en una entrevista que la novela nació casi por casualidad: "En un almuerzo en París con Enrique Vila-Matas y la artista Dominique González-Foerster, de la que había escrito un texto a instancias del primero, ella me dijo que mi manera de escribir le recordaba mucho al texto de la última novela de Nabokov y me instó a comprarla".

Al llegar a Nueva York, Lago compró la novela póstuma de Nabokov y le interesó mucho lo que el escritor ruso tenía planeado y que quedó inacabado por su muerte.

"A partir de ahí inicio un ejercicio literario, desentraño la trama que no se entendía y desarrollo mi propia novela. Por tanto, es un juego, y Nabokov es una mera excusa", señala Lago.

En "Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee" (Malpaso) a un escritor fantasma le encargan simultáneamente escribir la biografía de un millonario y elaborar un informe que descubra la novela que se esconde tras las fichas de "El original de Laura" de Nabokov.

De esa peripecia se desata una historia que contiene muchas vidas, en un viaje con escalas en Nueva York, California o la isla Alejandro Selkirk, en el Pacífico.

En ese sentido, la novela tiene algo de "roadmovie" a partir de ese personaje principal, el escritor fantasma, que se pasea por paisajes americanos.

Admite Lago que, aunque su libro es "una especie de novela de carretera, pero no llega a ser ''beat'', porque ésta es muy del futuro".

A pesar de que es inevitable que se diga que "Siempre supe que volvería a verte, Aurora Lee" es un ejercicio metaliterario, Lago considera que "se debe hablar más de reflexión sobre el acto literario que no de metaliteratura, que está acabada, y de hecho la novela es una reflexión sobre ese agotamiento".

El encuentro con Nabokov fue, como recuerda el autor, totalmente fortuito, y la obra póstuma del escritor ruso era "un aborto de novela y un fracaso total"; constituyó "una completa vergüenza que se publicara una cosa así solo para aprovechar su nombre".

Además, Nabokov no era materia de devoción para Lago, al que cargaba "sus fobias" contra autores que él admira, como Conrad, Thomas Mann o Dostoievski, y que "llegó a escribir un libro para denigrar a Cervantes".

El azar quiso, comenta Lago, que la propia Dominique González-Foerster encontrara en el escaparate de una librería cercana a La Bastilla, en París, el libro de Nabokov y, al lado, la traducción francesa de "El ladrón de mapas".

A través de sus personajes, Lago muestra al lector interesado "el laboratorio secreto de la obra de Nabokov y le descubre cómo funcionaban los engranajes de su literatura, pues era un obseso como escritor y apenas se le podía entrevistar".

Pretende Lago ofrecer al mismo tiempo "una reflexión sobre hacia dónde va la literatura; no en vano, la obra de Nabokov también es un tratado del suicidio".

Lago decidió publicar esta obra en Malpaso, un nuevo y pequeño sello, pilotado por el editor y gran amigo Malcolm Otero Barral, el cual, como recuerda, ya había sido su editor en "Llámame Brooklyn", "un editor a la americana: se sienta contigo y te comenta el texto".

Con esta publicación, Lago ha querido sumarse a la nueva aventura editorial de un amigo, "porque cree en mi literatura, y yo en su proyecto", pero, asegura, seguirá siendo autor de Destino.