De la noche plenamente comercial e importada de Halloween, que parece imponerse entre las nuevas generaciones, a la jornada del tradicional homenaje a los difuntos. En ese péndulo del contraste se movió la fecha de ayer. Era el Día de Todos los Santos, en el que, como cada año, la habitual tranquilidad de los cementerios de la isla y de Canarias quedó rota por la tradición -religiosa en principio aunque mimetizada por casi todos, creyentes o no- de acudir a los camposantos para rendir un homenaje a los muertos.

La visita a los cementerios ha estado menos concentrada en el tiempo este año al caer en viernes Todos los Santos y en sábado el Día de Difuntos. Pese a ello, ayer fueron miles de vehículos y personas, familias enteras, los que acudieron a llenar de flores frescas las tumbas de sus fallecidos. En el Área Metropolitana, el Norte o el Sur, en Tenerife o en cualquiera de las otras islas del Archipiélago.

En la lucha entre tradición y "modernidad", entre el recuerdo de la memoria de los que ya no están y una fiesta alejada de cualquier raíz cultural propia, parece que la balanza se inclina poco a poco hacia esta última. Pero, aún así, sigue pesando lo que "se mama" de abuelos y padres. Y que siga "vivo" mucho tiempo.